/Crónicas///

Nudozurdo – Sevilla (29/10/2015)

Leo Mateos, Meta, Ricky Lavado
8.0
Teatro Quintero, 44622
Precio: 10/12 €

La nueva visita de los madrileños Nudozurdo a la capital hispalense venía acompañada de un cambio de recinto. Si en las últimas ocasiones los habíamos visto al aire libre en el Monasterio de la Cartuja en ambiente de festival, ahora por fin era el turno de catarlos bajo techo. El recinto elegido fue el renovado Teatro Quintero, que bajo auspicio de SON Estrella Galicia se ha reconvertido en sala de conciertos desde hace menos de un año.

Sin teloneros, el trío salió a escena ante un aforo que apenas llegaba a los dos tercios. En una banda en la que importa tanto o más lo que tocan que cómo suena lo que tocan, donde la ambientación es tan importante como la distorsión, nos temimos que la a veces difícil acústica del teatro restara empaque a la ejecución. Por fortuna, el sonido se mostró lo suficientemente bien calibrado como para poder captar los matices melódicos bajos las capas de ruido.

Lejos de ofrecer un concierto en el que su último álbum, «Rojo es peligro», se llevara el mayor peso, el grupo dividió el set de manera bastante equilibrada entre sus tres último discos. No sabemos si tal decisión venía impuesta por la ausencia de sintetizadores en escena, tan presentes en su última obra, manteniéndose por tanto la esencia de power trío y valiéndose sólo de los siempre versátiles pedales y alguna programación; como por ejemplo las usadas en «No siento tu amor y tu amor es falso», el momento más cercano a lo que es la banda actualmente en estudio.

Así, sonaron varias de las mejores canciones de «Sintética» y de «Tara Motor Hembra», o lo que es lo mismo, algunos de los mejores temas del rock nacional actual. Pero si hay que destacar momentos concretos diría dos: la apoteosis casi al comienzo de «Láser Love», más de diez minutos del mejor noise con la atmósfera, la melodía y la distorsión perfectamente hilvanadas y, evidentemente, «Mil espejos», pieza convertida ya en clásico que sigue manteniendo intacto su poder emocional.

Pero la gran baza en directo, en general, de Leo Mateos y sus compañeros es que su música sigue evolucionando más allá de la versión recogida en álbum. Tanto que puede llegar a ser irreconocible de primeras: un himno como «El hijo de Dios» no lo pillé hasta que Leo comenzó a cantar. Lo que hace que sigan siendo un grupo imprevisible y excitante capaz de crear conciertos impecables como éste, al que sólo se le pudo achacar ciertos momentos de palique entre el público que destrozaron directamente la experiencia en algunos momentos. Pero claro, esto ya está estandarizado por lo que parece…

 

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29 de octubre de 2015