Mono, desde Japón, se han convertido en claros estandartes de un género muy de moda, el postrock, que hacía presagiar desde la confirmación del evento que íbamos a estar muy apretados. Y así fue, por supuesto.
Rosvita, como teloneros estilísticamente muy alejados del postrock emotivo y bello de Mono, poco podían decir al respecto. Estuvieron allí, hicieron su habitual show rítmico y lúdico… ¡Y contra todo pronóstico, convencieron en general! Si, la gente no se explicaba que hacía un grupo así de teloneros de una banda tan pasional como Mono, pero supieron reconocer el genial directo de los madrileños.
No sólo por qué, a pesar de tener que soportar un sonido muy alto, hay temas a los que hay que rendirse como «Esas Palmas Me Han Dao La Vida» o «Quijada». Tanto o más como rendirse al show de su batería, ya que aunque pensábamos que no se iba atrever lo hizo: montó su trombón, se bajó entre el nutrido público haciéndose un pasillito y ya de nuevo encima del escenario se marcó la tradicional balada del perro mono (lo del mono, que ni pintado esa noche) con la que cierran habitualmente. Y es que cuando las tradiciones funcionan no hay japonés que las mueva.
Y no será por qué la tradición de Mono de dar buenísimos conciertos no se mantuviera, pues al igual que hicieron en Moby Dick, el grado de tensión ambiental pudo mantenerse acorde a la belleza armónica de guitarras, la fiera perfección en los cambios de ritmo y el silencio del público. A pedir de boca, vamos.
Y eso que interpretar el reciente disco casi al completo, sin más referencia al pasado que la visita a «You Are There» con «Yearning», dificultaba las cosas para un público tan devoto como el de los japoneses. Por ejemplo, «Ashes In The Snow» o «Follow The Map», obviamente destacaban ya lo suficiente en disco como para no funcionar de 10 en directo, pero con otras como «Pure As Snow» el vuelco que estos maestros de las sensaciones guitarristas saben dar pone el show a otro nivel. El nivel de los superclase del postrock: con Mogwai, con Explosions In The Sky…
Una pena que una sala como Ritmo y Compás no favoreciera un concierto así. El factor Joy Eslava o Caracol podría haber aumentado la sensación en todos, pues de mitad de sala para atrás no se veían las labores de los guitarras, apenas sus cabelleras.