El último día de Monkey Week 2017 lo comenzamos en la pista de Happy Place. Allí, en plena hora de la siesta y un calor de justicia, Camellos trazaban hilos entre la Movida más desvergonzada y el indie más marciano de los 90. Lograron que nos moviéramos el puñado de seres somnolientos que allí estábamos, lo que siempre es positivo. El ambiente era similar ante el escenario Ron Contrabando, con gente visiblemente cansada y alguno hasta tirado por los suelos. Allí tenía lugar una serie de showcases bajo el amparo del programa de radio Capitán Demo; con Vera Fauna desgranando su luminoso pop psicodélico, Ramírez Exposure aletargando un poco en formato dúo folk y, quizá los más interesantes, Medalla sorprendiendo con su imponente mezcla de rock duro y kraut.
Nos movimos a la Casa Palacio Monasterio, el escenario Jagermeister, para ver a Kelly Kapowsky. Su delicada actuación se vio empañada por el pésimo sonido de este escenario, motivo por el cual no conseguimos sumergirnos en la experiencia y, tras una agradecida versión de «Run to the Hills» de Kate Bush, nos fuimos. No fue culpa de ellas. Algo parecido sucedió en la sala Ítaca, con el grupo proveniente de la Isla Reunión Pamplemousse. La pegada de su post-hardcore, escuela Helmet o The Jesus Lizard, se vio un poco apagada de nuevo por la deficiente sonorización, a lo que se unía esta vez la escasa visibilidad si no te encontrabas en primera fila. Seguro que en mejores condiciones su concierto habría sido más incendiario.
Apostamos entonces por un valor seguro: Bala. Las gallegas volvían por segundo año consecutivo al festival y se mostraban encantadas. En el Fun Club, a pesar de que quizá faltó algo de volumen, por fin pudimos verlas presentando su estupendo «Lume». Anx y V siguen refinando su técnica y ahora mismo podemos decir que son de los mejores grupos de rock estatales sobre el escenario: una pareja perfectamente compenetrada que aúna visceralidad, precisión y grandes canciones. Lo único que me molestó es que no pude verlas de nuevo más tarde cerrando el escenario Ron Contrabando. Seguidamente, estuvimos un rato disfrutando del personalísimo flow de Elphomega, uno de nuestros mejores raperos desde hace ya una década, ante un público reducido pero entregado en Vinilo Rock Bar; y nos sorprendimos con Basanta en el Ron Contrabando, banda disfrazada no sabemos si de chamanes tartésicos pero que facturan un pop psicodélico bastante accesible que contrasta con tal parafernalia visual.
QUEJÍOS ENTRE EL INDIE
Entramos por fin en el Teatro Alameda para ver dos de los conciertos más especiales del Monkey Week, dos conciertos en los que la tradición se volvía vanguardia. Los Hermanos Cubero, guitarra y mandolina, nos enseñaron que los fandangos, el pasodoble y el rockabilly pueden ir de la mano y sonar actuales. No se olvidaron de su justa denuncia social y, gracias a su simpatía y su humildad, se ganaron el merecido aplauso de todo el teatro. Ojalá sus canciones se conviertan en la música tradicional del futuro.
Igualmente ganadora resultó Rocío Márquez ya desde un comienzo. Sería simplificar demasiado reducir su concierto al género del flamenco, sino que lo acertado sería calificarlo de obra de arte total. Comenzó junto a sus tres músicos del Proyecto Lorca apenas tanteando sus instrumentos, voz, percusiones, saxo, cuerdas de piano, con cierta abstracción que podría recordarnos de alguna manera a Scott Walker, para al poco regalarnos toda la exuberancia de «Firmamento», su última obra. Pasión desmedida, recogimiento, barroquismo, sencillez… los polos opuestos se fueron sucediendo a lo largo de un concierto que superó en todo momento la excelencia, cosa que quedó reflejada en las caras de asombro y en los comentarios de muchos de los asistentes. Yo al menos lo tengo claro: no hay estilos, sólo música.
Tras dos soberbios conciertos, la actuación de los americanos Acid Tongue en Sala X nos resultó más pedestre aunque no lo hicieran nada mal. Psicodelia de clara herencia californiana aunque anclada en el presente y buen humor que seguro satisfizo a los amantes del género. Terminamos a duras penas con El Lado Oscuro de la Broca en La Calle, echando el resto con su oscuro noise que nos hubiera gustado disfrutar en mejores condiciones físicas.
¡Hasta el año que viene!