Dentro de la selección de conciertos «imperdibles» para la gente de San Miguel Primavera Sound, Mogwai dieron en Bilbao el pistoletazo de salida ante un lleno Kafe Antzokia sobre el que habían hecho sold-out días antes. Así, ante una sala ya bien llena salió a escena un Gruff Rhys que protagonizó escenas un tanto «chanantes» en solitario y con toda su parafernalia (tocadiscos, teclados, ipod, etc) en una pequeña mesa a la que previamente e in situ había colocado un cartel en el que escribió su nombre, todo esto in situ y ante el público.
El vocalista, obviamente satisfecho con su apariencia extravagante, revelando postizos en su guitarra y sacando a relucir sus famosos carteles, en este caso, «Eskerrik Asko» y «Egin txalo». Era de esperar que simpatizara con el euskera viniendo de Gales y teniendo en su haber composiciones en este idioma. Estilísticamente pues lo suyo es una versión más desnuda del freak-folk y el pop psicodélico que hacía con Super Furry Animals, pero sin el resto de la banda, notablemente más freak. Buenas canciones pero salvo por el toque humorístico, algo soso y desubicado, sobre todo ante la música del combo escocés, por muy amigos que sean.
Después llegaron Mogwai al escenario y la cosa cambiaría muchísimo. Con su alineación de quinteto, más Luke Sutherland, que sigue sin ser miembro oficial pero ya es viejo colaborador de la banda y sobre todo con dos técnicos de guitarras poniéndoles a punto el arsenal en los flancos del escenario, la cosa daba comienzo con «White Noise». Como era de esperar fue su último y bien acogido «Hardcore Will Never Die, But You will» y por supuesto el tracklist iría dejando la fritanga de «Rano Pano» o la dinámica de «San Pedro», entre otras. Me parece correcto que cargasen las tintas en el nuevo disco, sus composiciones lo merecen, al menos en este momento y la gente recibió los temas nuevos tan bien como los clásicos, demostrando lo rápido que han calado entre el fan medio de la banda. Lo cierto es que yo incluso eché de menos alguna.
Pero claro también se echaron muchas otras de menos de su repertorio antiguo. La cuestión es que los escoceses ofrecieron una selección más que correcta y sobre todo que les deja en buen lugar como compositores en un subgénero tan encasillado como el post-rock. La variedad se hizo notar y la verdadera emoción comenzó con el piano de «Friend of the Night» y alcanzó una de las mejores cotas de la noche en su triangulación con «Hunted By a Freak» y esa fuerza natural que es «Mogwai Fear Satan». Tanto que, pese a quedar medio concierto por delante daba la sensación de culmen. Todos estos temas, ya historia del rock alternativo, suenan en directo diferentes, a veces con menos matices, otras veces simplemente con diferentes puntos de énfasis, pero las oleadas de sentimientos (melancolía, depresión, ternura, belleza, optimismo) no fallan.
Y eso que Mogwai, a diferencia de muchos en su nicho, no se toman su directo como una experiencia artística demasiado seria. No son amigos de enlazar canciones, llevaron visuales pero muy sobrios y desde luego rara vez conseguían que tu atención se quedase más en la horizontal pantalla que en ellos tocando. Y tampoco son de grandes ademanes, la mayor parte del tiempo. Total, que aquí mandaban las canciones, una a una, tras las cuales el simpático Stuart era encargado de dar las gracias de rigor. Aunque lo que mandaba por encima de todo era claro, el volumen. ¿Ruido? Si, mucho, muy aconsejable llevar tapones para asistir a un concierto de Mogwai. Pero nitidez ante todo, dentro de esa maraña sonaba cada sinte, el bajo, la batería y los diferentes juegos de guitarra de una forma muy medida.
Así, pasamos por otro de los momentos más emotivos, con esas sintetizadas voces de la hermosa «2 Rights Make 1 Wrong» que fue quizá la canción que más vimos crecer respecto al disco, si algún día los robots hicieran una canción de amor, sonaría parecido a como lo hizo en el Antzoki de la mano de las filtradas voces del teclista. La dramática y metálica «Batcat» hizo llegar al final del set principal a base de contundencia. Parcos en palabras e incluso gestos, salvo el citado Stuart salieron del escenario para regresar con «How To Become a Werewolf» acompañada de ese videoclip de ciclismo y naturaleza. Escapismo, en una palabra.
Aún conscientes de que mucho de lo mejor ya había pasado, todavía nos aguardaban grandes momentos esa aplastante épica de «Auto Rock» y sorprendentemente, un nuevo tema para el final. Eso si, que tema, «Mexican Grand Prix» con su herencia de ritmos kraut es de lo más diferente que la banda ha probado en su nuevo disco y les ha salido bien. Pero quizá por la distancia que hay de un tema claramente marcado por la rítmica sobre la melodía no supieron hacerlo explotar con la fuerza bailable que debería tener, sobre todo para finalizar el concierto. La profusión de voces fue dejada únicamente al citado Sutherland y ni su voz rasposa se oyó del todo bien, ni los matices sintéticos fueron lanzados. Sin embargo el potencial como cierre es claro, sobre todo viendo el juego que dió a la banda dejando el escenario poco a poco hasta quedar John Cummings y Stuart, primero rasgando las guitarras, luego aparcándolas para, agachados, deleitarnos con varios minutos de ruido en lo que parecía una pugna por ver quién se cansaba antes.
Pues fue Cummings el que se quedó varios minutos más él sólo hasta despedirse con un tímido gesto de adios raudo hacia el backstage. Con los técnicos apagando al unísono la cacharerría de ambos, despertamos del trance, nos quitamos los tapones los afortunados que disponíamos de ellos y nos fuimos, alguno con un pitido, pero casi todos con una sonrisa. Y es que Mogwai desmostraron una vez más que no sólo están ahí por ser pioneros, sino que siguen en la cresta de la ola post-rock… y cuando esta deje de existir, las corrientes de Glasgow les llevarán a otras partes del océano del talento.