Menudo fin de semana el que habíamos tenido los madrileños, con especial mención a Queens Of The Stone Age, Nada Surf, Biffy Clyro… Pero a afín de cuentas, lo mejor estaba reservado para un entorno algo mas íntimo, desgarrador y acalorado (muy acalorado).
Un cartel como el que nos aguardaba en la Moby Dick es difícilmente repetible, ya no sólo por la calidad de los artistas sino por la enorme conmoción que provocaron. Los irundarras Lisabö no pasaban por Madrid desde Festimad 2001 (¿?), con lo cual para la ocasión no sólo hubo que colgar el cartel de «Aforo completo» – lo ví al salir en la puerta – sino que encima hubo alguno que se tuvo que quedarse fuera con las ganas. Tampoco es de extrañar que la propia organizadora del evento sumara su talento para redondear el asunto, claro.
Ainara LeGardon para la ocasión se trajo a Alfons – batería de Nisei – para juntos brindarnos un concierto realmente apasionante. Vamos, que en el momento en que llevaban un par de temas era inevitable pensar si los propios Lisabö no se estarían arrepintiendo de tenerlos teloneando, ya que verdaderamente fue un concierto emotivamente incontestable. Fue su última actuación antes de pasar por el estudio a grabar y a decir verdad la cosa es para que los dientes se nos pongan largos. Al final, se marcaron ambos un «Each Day A Lie» de poner los pelos de punta (Alfons divagando a la batería es único) finalizando con la adrenalina alta del final de «Forget Just Anything». Tan corto como intenso.
Si el concierto de Ainara fue apasionante, ¿Qué decir del duelo encarnecido de guitarras y batería que nos tenían guardado Lisabö? No sólo ahora encantan hasta al mundillo gafapastil haciendo lo mismo de siempre, sino que además en directo llevan la precisión catártica de su propuesta hasta límites algo mas insospechados.
Cada guitarra con su correspondiente micrófono en un lado y en el centro la triple base rítmica de dos baterías y bajo atronador. Directamente buceando en las baterías sincopadas de «Hazi Eskukada I», primer tema de «Ezlekuak». El resto ya no importaba mucho. Daba igual que su reciente disco sonara casi íntegro, que las baterías se batieran en duelo en «Murgilduta», que la pesadez retumbara con «Ur Gainean», que «Zer Egiteko Gai Gara» nos llevara por la progresividad mas retorcida o que se olvidaran del micro para chillar la poesía de «Alderantzizko Magia».
Lo de esta gente es mas grande de lo que esperas. De esos grupos que por mucho que sepas que van a darte una bofetada sonora te sorprenden y te la dan por el otro lado: Las dos baterías cara a cara sin perderse de vista, las voces poniéndose la vena hinchada en el cuello, posesión de potencia en las cuerdas y cualquier otro adjetivo que sea sinónimo de intensidad, precisión y emociones.
Como pasen otros siete años nos tendremos que arrepentir de no volver a vibrar con una de esas bandas verdaderamente grandes en directo, y está vez defienden la idea gafapastas, metaleros,…