Por una incorporación al cartel de última hora, llegamos tarde para ver a los teloneros Lou Topet (que tocaban pronto para no alterar el horario anunciado de Josh Rouse y compañía). Pese a que por lo comentado, aún ni la mitad del público se había acercado a la sala, el final no estuvo tan mal de gente. Espaciada y alejada de las primeras filas eso sí, pero se notó que el folk-rock americanista cantado en euskera cuando menos, agradó. Esos dos últimos temas que presenciamos tuvieron más cuerpo de lo que recordamos de pasadas ocasiones
Se nota que Josh Rouse, a fuerza de afincarse en la península y girar por ella, se ha convertido en una figura querida. Las ganas de verle bien de cerca se pusieron de manifiesto cuando la gente tomó las primeras filas durante el cambio, pese a que había espacio de sobra en la sala. Esto no ocurre siempre y menos con el buen tiempo que teníamos esa noche, ideal para estar fumando o de charla fuera.
El caso es que ahí apareció Josh Rouse en formato trío con un guitarrista (de española) que hacía las veces de «bajista», como el propio Rouse le presentó y un percusionista de pie. Una alienación no tan curiosa si atendemos a lo que la banda iba a interpretar; el fresco debut de Violent Femmes, en orden y encabezado como no con esa «Blister in the Sun», tan icónica que casi te coge de sorpresa para empezar un concierto. Ya notamos desde esos primeros juegos de intensidad que esta era una misión ideal para el trío. La sección rítmica se mostraba solvente y divertida, mientras que un Josh Rouse sobrio y con sombrero iba más que sobrado en el papel de guitarra y voz.
Y lo que siguió fue todo un homenaje que resucitó el pálpito de aquel clásico del rock rarito americano. No aportó nada especial, Rouse no llevó las canciones a su terreno sino que más bien se metió de lleno en el ambiente de Violent Femmes y recreó con energía saltarina esa mezcla de oscuridad y celebración del disco. En este sentido, se hace complicado destacar un momento, la ejecución rayó la perfección de continuo, quizá destacando esa correosa balada que es «Please Do Not Go», la rabiosa «Add it Up», la festiva «Prove my Love» o la muy esperada «Gone Daddy Gone». Para este tema además se subió al escenario Marcos Junquera para que el percusionista se encargara del xilófono. Buen detalle por parte de Josh presentarle citando su pertenencia a Betunizer, esa banda que para nosotros está en lo más alto, pero seguramente no en el radar de parte del público del norteamericano.
Tras interpretar la balada final «Good Feeling», el cantante hizo la broma de que el concierto se había acabado, como lo había hecho el disco que marcaba la velada. Pero acto seguido sacaron su arsenal en solitario con media docena de temas. La batería pasó a un segundo plano (literalmente, en el escenario), el bajista pasó a su instrumento principal y todo comenzó a sonar de otra forma, más acorde a los patrones pop-rock del de Nebraska y también más libres, alternando entre el rock alternativo, momentos más elegantes, algo de psicodelia e incluso alguna lenta. Así comenzó los bises, en solitario él con su guitarra para después volver a salir la banda para terminar con otro par de temas.
Dado mi escaso acercamiento a la obra de Rouse sólo puedo decir que esta segunda parte estuvo entretenida y contó en algunos momentos álgidos con la complicidad del público. En definitiva un concierto mitad homenaje con muy buena nota, mitad reivindicación del propio cancionero que salió medianamente airoso de la comparación, una agradable noche de la que por cierto también dimos cuenta unas semanas antes en Sevilla.