El concierto de Josh Rouse & The Long Vacations en Sevilla coincidió con el partido del equipo local del mismo nombre contra el Valencia, ciudad de proveniencia de la banda. Lo que significa que la actuación no comenzó hasta más de una hora después, cuando ya el resultado estaba a favor del equipo de la ciudad y el grupo aparecía cabizbajo ante un público que llevaba esperando desde hacía un buen rato. Un clásico de la unión del rock y el fútbol que, no por típico, deja de cumplirse casi siempre a rajatabla cuando no se anuncia un retraso oficial de la hora de comienzo para que al menos el personal incauto esté avisado.
Por suerte, la tensión entre ambas partes se disipó en cuanto comenzaron a sonar los conocidos acordes de “Blister in the Sun”. No soy especialmente fan de este tipo de conciertos en los que una banda, ya sea la creadora u otra con ‘potestad’ como era el caso, repasa en orden un álbum más o menos mítico. En este caso se trataba de todo un discazo eso sí, el debut de Violent Femmes, uno de los primeros clásicos alternativos americanos, y la verdad es que escuchar en directo canciones como la mencionada, “Kiss Off” o la muy groovy “Please Do Not Go” seguidas es algo que no se puede presenciar todos los días. Pero aún así pienso que se pierde gran parte de riesgo o expectación, algo de lo que un concierto de rock no puede prescindir
Rouse, Xema Fuertes y Cayo Bellveser entroncaron las canciones con la sencillez melódica que ha acabado emparejando a ambos proyectos musicales, aún con décadas de separación, de manera bastante respetuosa. Comandados por un Josh en su línea amable y comedida, la comunión-homenaje llegó a niveles tales que la percusión de Xema fue situada en primera línea de escenario, tal y como en su día hiciera Victor DeLorenzo. Fue agradable escuchar temas más pesados como “Confessions” ya otras joyas más aceleradas de indie rock primigenio como “Add It Up” o “What Do I Have to Do?”. Como anécdota, Marcos Junquera de Betunizer, acompañante en la gira, subió para tocar el xilófono en “Gone Daddy Gone”.
Tras un primer set, la banda volvió para finiquitar el disco y, ahora sí, tocar temas propios, en los que se les notó más sueltos. En el descanso aprovecharon para pasar la batería a la parte trasera del escenario, movimiento que marcó así la divisoria entre las dos partes. El de Nebraska se explayó entonces casi una hora intercalando composiciones suyas de toda su carrera, con temas más recientes junto a The Long Vacations y versiones, como el “Ain’t No Sunshine” de Bill Withers o el “Boys Don’t Cry” de The Cure. Pero evidentemene, entre lo más celebrado estuvo “Do You Really Want to Be in Love?”, canción recompensada este año con todo un Goya y convertida ya en hit.
Tras una hora y media larga y los consabidos bises, el show llegó a su fin. Un bolo elegante y hasta exquisito podría decirse; marcado por cierta polaridad entre la contención y el respeto de la parte dedicada a la banda de Gordon Gano y la dedicada al repertorio propio, más libre e imprevisible. Me quedo con la incógnita de si de haberlo mezclado todo y no haberlo dispuesto en dos partes tan claramente separadas habría quedado algo más excitante, pero aún así buen concierto.