Primer paso de The Horrors por Bilbao ya como banda consagrada y alejadísimos de esa sensación garaje-rockera que fue su presentación en sociedad. Ahora, ya hechos unos maestros de los climas etereos de sintetizadores y guitarras vienen con mejores canciones, sonido más cuidado y menos espantajos (aunque Faris continue siendo un tanto personaje y siguen destacando también el look androgino del bajista y el gótico-ilustrado del teclista).
La sombra de la modernez casi sobrevoló más con los teloneros, Cerebral Ballzy. Es una banda que practica un hardcore old-school pero que parece moverse más en ambientes indies que otra cosa. Su directo es ramplón, no es que puedan ser juzgados por ello, ya que apelan a la simpleza del estilo, ruido y ritmos para pogos que en el Kafe Antzokia no llegaron, aunque si tuvieron la atención del público. Sus letras tampoco son especialmente interesantes. Desprovistas que casi cualquier carga sociopolítica, hablan de cerveza, fiesta, comida basura, chicas y skate, como el cantante se encargó de aclararnos entre tragos de su botella de vino, supongo que para asegurarse de que sabíamos que nada les importa una mierda.
El guitarra llevaba una camiseta de Off!, que sería el ejemplo de banda hardcore que triunfa en entornos indies, pero por otros méritos. El cantante tuvo problemas con el micro y no se le escuchó en un par de temas, pero tanto dio. Ah y se hicieron una versión del I Wanna Be Adored de The Stone Roses, totalmente adaptada al estilo que no estoy seguro de que demasiada gente reconociera, pese a que el cantante lo comentara lacónicamente.
Después tuvimos otro de esos casos en el que la gente no quiso salir a fumar en masa y prefirió tomar posición para The Horrors, pese a que aún se veía que tenían que ajustar sonido y demás. Algo que hicieron bien, ya que este aspecto fue notable durante el concierto. Finalmente la banda salió para comenzar, como su último disco, con el crujiente ritmo de «Changing the Rain» un concierto dominado por la psicodelia, los sonidos shoegazers, los brillantes sintetizadores y momentos de baile catárquico. Pero claro, alternaban esto con hitazos como «Who Can Say» que sonó inmediatamente poniendo esa garra punk/post-punk que en general falta en el último disco.
La fiesta de temazos fue continúa y encadenada entre sus dos últimas obras, a la caleidoscópica «I Can See Through You» le siguió «Scarlett Fields» con su marcado patrón rítmico-hipnótico y un público en creciente ebullición, muy entregado en las primeras filas. Momentos para evocación del hedonismo bailable via Madchester con «Dive In» y las expansivas guitarras de «Endless Blue» no hacían sino caldear más y más ese ambiente. La banda más que engrasada a todos los niveles, más comunicativa con el público gestualmente y Faris, sin dejar su aura de oscuridad y malditismo ejerciendo más de frontman que nunca levantando las manos, animando, etc.
El nuevo repertorio, de voces más calmadas, sonidos más lentos, cálidos y sostenibles, hace un buen efecto sobre la banda en directo, antes más preocupada por dar bandazos de histeria punk. Siguen poniéndole energía y hay momentos de arrebatos, pero todo es más profesional y ayuda a que se pueda recrear lo que por otra parte son canciones llenas de capas y detalle. Pero la locura colectiva, por parte del público, llegó cuando se escuchó el ritmo heredero del kraut que conducía a «Sea Within a Sea». Nunca (tal vez desde el claro antecedente de Joy Division) un tema tan solemne puso a tanta gente a botar en las primeras filas de un concierto.
Una épica y festiva «Still Life» puso fin a la tanda previa a los bises. Y si el concierto comenzó como su último disco, los bises lo hicieron como el anterior con la crudeza de sus dos primeros temas, culminando el punk-rock atmosférico de «Three Decades» y un Faris amenazante cual John Lydon pero mejor cantante. De nuevo la psicodelia de marcado corte electrónico fue encargada de cerrar el recital con otro momento de baile matizado por esos riffs ácidos y oscuros, una experiencia ideal para despedirse de subidón musical. Eso si, pronto pusieron la música para prevenir que se forzase otro bis, lo cual no hubiera estado de más, la gente quedó con ganas.
Al final, aparte de la sensación de un concierto más que satisfactorio, la sensación que nos dejó es que tras lo que en su día nos pareció un grupo de freaks de moda con un puñado de buena canciones se ha convertido en un grupo serio con una de los repertorios más sólidos del indie de los últimos años. El hecho de que echáramos de menos un montón de temas de su segundo disco (desde la salvaje «New Ice Age» hasta la balada «I Only Think Of You», pasando por el pop shoegazer de «Primary Colours») o piezas del nuevo tan buenas como «You Said» o «Wild Eyed» (ya no vamos a hablar del olvidado «Strange House») da idea del carrerón que llevan. Y con directos a este nivel, no pueden sino ir a más.