Parecía cosa poco creíble que, cuando entramos a las diez de la noche del pasado 29 de Abril a la sevillana Malandar para ver a Guadalupe Plata presentar su debut, y con un público más bien inexistente por causa de una lluvia intermitente pero intensa y del comienzo extraoficial de la Feria, estuviésemos en los prolegómenos de una auténtica visita del Diablo.
Realmente algo sí que habíamos oído, que los de Úbeda tenían fama de poseer un directo brutal, tanto en lo técnico como en lo emocional y virtuoso; rumor o hecho comprobado, aún no sabíamos, que se iba extendiendo por la sala de iniciados a neófitos a la vez que iban aumentando en número hasta superar levemente la mitad del aforo a la hora del comienzo real, una media hora después de nuestra entrada. Momento en que subieron los tres miembros de la formación sin una palabra ni saludar, se colocaron en posición y dieron comienzo al exorcismo con la instrumental “Rai”.
De primeras, llamaron inevitablemente la atención dos cosas: por un lado el barreño-bass de Paco Luis, esa especie de contrabajo primitivo a base de dicho elemento, palo y cuerda que empuñó durante el primer tercio de la noche, el cual eligieron inesperadamente para tocar parte de su repertorio más difícil y menos inmediato. La mala fortuna hizo que tuvieran entonces diversos problemas de sonido con la guitarra, más tarde con el bajo, y hasta un insalvable percance técnico de batería (muy apañado Carlos a las baquetas y maracas simultaneas, por otra parte), que incluso les obligó a parar durante un par de minutos para arreglarlo. Todo esto unido a que, como decíamos, no empezaron directamente con sus canciones más conocidas y accesibles, propició que tristemente la sala se vaciara un tanto en este momento crítico de la noche.
Pero el trío, imperturbable ante tal adversidad, solventó tales desagravios y dieron cancha al segundo punto: Pedro es un demonio a la guitarra. No sólo porque posea gran técnica y deslumbre con un montón de efectos, sino porque al estar absorbido en cuerpo y alma por su instrumento y permanecer hermético frente al público, directamente parecía poseído. Golpes, acoples, balanceos, rasgueos… dejaban boquiabiertos al público pleno (recuperado íntegramente tras un cigarrito, supongo) una y otra vez, sobre todo al comenzar a sonar trallazos de blues-rock del calibre de “Como una serpiente”, “Estoy roto”, “Pollo podrío” o “Gatito”.
Así que ya unidos los asistentes y el grupo a la vez en el trance del rock & roll, todo el resto del concierto fue como la seda, con platos fuertes claros situados en “Lorena” y en el éxtasis de la recuperada “Baby me vuelves loco”, ya casi terminando. Al final, hora y veinte de actuación, sin bises, pero con todo el mundo satisfecho. Y es que la verdad es que hacen faltas conciertos así, de puro blues y rock, entre tanta propuesta indie o tendenciosa a la que solemos asistir. Nosotros al menos caímos en el embrujo, y sólo podemos gritar “Bring Me Back the Devil, Babe!!”.