Son tiempos de nostalgia y, sin lugar a dudas, en el mundillo musical en el que nos movemos todavía más: las típicas frases que terminan con un “cómo el primer disco nada”, los también clásicos puretas que dejan claro que ellos los vieron cuando no eran conocidos o los que simplemente viven anclado para siempre en los 90 son solo tres ejemplos. Fu Manchu regresaban a suelo ibérico tras seis años desde su anterior visita presentando “Signs of Infinite Power”, pero en esta ocasión tirando de esa nostalgia de venir de gira de aniversario de uno de sus mejores discos: “King of the Road”.
Hay muchas cosas que hacen especiales a los de San Clemente, pero sólo una los mantiene en el olimpo del stoner por encima de la mayoría: su longevidad. Me explico. No es habitual tener delante una banda de más de 25 de trayectoria manteniendo el 75% de sus miembros en la formación actual, pero mucho menos manteniendo los mismos dejes y la misma compenetración a lo largo de los años. Si encima sumamos que su grueso de concierto fue exclusivamente el tracklist anteriormente mencionado en idéntico orden que en el disco y con un sonido bastante poderoso (parece ser que lejos del foso central de la sala la cosa sonó mucho peor), pues podéis empezar a entender que volvieron a triunfar.
La banda californiana ya había demostrado en sus anteriores visitas que su directo no es precisamente parte de ese stoner lisérgico y contenido sino que lo suyo es directamente un mordisco a la yugular de su público. Dicho esto, cualquiera que haya escuchado “Hell on wheels”, “Over the Edge”, “Blue Tile Fever” o la propia “King of the Road” se puede hacer una idea de cómo la cosa se calentó rápido aunque con tiempo para pasajes más introvertidos como “Weird Beard” o “Hotdogging’”, todos con buen resultado. El escuchar por fin su magnífica versión del archiversionado “Freedom of Choice“ de Devo para cerrar el show fue un regalo estupendo.
Volviendo a la ejecución de la banda hay que incidir en la compenetración de la formación, siempre con su eterno Scott Hill en primera fila intercalando riffs con un Bob Balch que sin duda ha ido ganado peso escénico durante estos veinte años juntos. Sus cabezas se mueven al unísono con el siempre calmado bajista Brad Davis y un Scott Reeder lo suficientemente diverso como para ejecutar las partes aceleradas de los Fu Manchu más antiguos y las partes con más groove de la época en que Brant Bjork era el batería.
Para el cierre se sacaron de la manga un repertorio de clásicos, sobre todo con un “Evil Eye” que encendió todas las alarmas de la sala. Además, hubo tiempo para la versión del “Godzilla” de Blue Öyster Cult, de “Pidgeon Toe”, de un siempre coreado “Laserbl’ast!” y del habitual cierre denso con “Saturn III”. Un lleno hasta la bandera de una de esas bandas que nunca falla, que nunca engaña a nadie y que se deja el sudor en escena. Gran noche.