Meses después de la visita a la capital vizcaína de Efrim Menuck con sus A Silver Mt. Zion, hacen lo propio otro gran colectivo del post-rock canadiense, militantes también del influyente sello Constellation. Y hay que resaltar lo del colectivo, ya que Do Make Say Think son una de esas bandas que parece clan, saliendo en total 9 miembros al escenario. Por esto, dada la actividad musical de sus componentes y que tampoco se puede estar viniendo de Canadá a Europa todos los días sobre todo cuando tienes que poner a tanta gente de acuerdo, parece lógico que los teloneros fueran ellos mismos.
Y es que cualquier despistado que llegara al concierto tras las presentaciones en que Charles Spearin aclaró que abrían el concierto The Happiness Project, pensaría que Do Make Say Think estaban ya tocando. Pero no, en este caso era el bigotudo y simpático bajista el que llevaba la batuta de este peculiar proyecto basado, tal como explicó, en entrevistas que hizo a sus vecinos acerca de sus puntos de vista sobre la felicidad, llenos de graciosas anécdotas que pudimos entender a medias dada la barrera idiomática.
En gran medida, el concierto se basó pues en reproducir grabaciones de estas entrevistas en cuya segunda reproducción, algún miembro de la banda (al teclado, bajo, trompeta, violín, etc.) daba réplica siguiendo los golpes de voz con notas de su instrumento. Estos números desembocan en canciones más convencionales, siempre desde el punto de vista de una formación de post-rock, claro está. Bastante curioso experimento de corte jazzístico-experimental y que nos sirvió para apreciar un poco de forma aislada, el virtuosismo de algunos de los miembros de la banda que salió casi al completo, exceptuando uno de los baterías y uno de los guitarristas.
La confusión continuó con el segundo grupo de la noche, esta vez liderado por el guitarrista Ohad Benchetrit de carácter aún más personal, al menos en la ejecución. La primera parte del concierto se basó en él sólo sentado con su guitarra desarrollando atmósferas que iban desde la evasión a la crispación, alcanzando clímax bastante inesperados y sobrecogedores. Puntualmente aparecía el trompetista para acompañarle pero poco más. El guitarrista, en un tono más serio aunque igualmente agradecido que su compañero, nos contó alguna anécdota como que una de las canciones la tocaba con una guitarra de su hija y además se deshizo en halagos hacia Bilbao, lamentando no tener apenas tiempo para verla.
Ya en la segunda parte aparecieron sus compañeros para arroparle con toda la artillería y aquí ya reinó un poco el descontrol. El guitarrista se levantó y al cambiar radicalmente el carácter de la actuación uno no podía realmente decir si aquello seguía siendo Years, especialmente cuando apareció el único miembro troncal que faltaba, el carismático guitarrista Justin Small, con sus pintas de rockabilly. Finalmente acabó el concierto en un tono post-rockero evidentemente más rockero y animado y la banda se retiró brevemente. Se agradeció en este sentido que al ser los tres grupos formados por los mismos componentes no hubiera que hacer más que leves ajustes sonoros entre actuación y actuación evitando las siempre tediosas esperas de un concierto entre semana.
Como decimos poco después salieron todos al completo, incluyendo al segundo batería y Charles Spearin volvió a actuar de portavoz y haciendo gala de un humor que estaba un poco en mente de todos dijo: «Ok, ahora somos Do Make Say Think». Así, celebramos el comienzo del recital de una de las realidades más sólidas del post-rock y seguramente la más influyente de Canadá tras las bandas del citado Efrim. Y lo demostraron con precisión, con un setlist bien elegido de temas recientes y clásicos donde entraron «Say» o «Make» de su último lanzamiento y se codearon con «Reitschule» o «The Universe!».
Pero sobre todo, lo que es muy importante en un concierto de este tipo, hicieron gala en el setlist de un gran equilibrio entre temas más pausados, más ruidosos, más animados, más melancólicos. Lo mismo estabas sumido en una espiral de melancolía slowcore que bailando un rítmico y alegre tema instrumental de corte folk y en el que ves a todos los miembros de la banda sonreír y disfrutar a tope. Hay que aclarar que la alineación estaba compuesta aunque de una forma dinámica, por una saxofonista, dos trompetistas, dos baterías, dos guitarristas, una violinista y un bajista, más o menos así dispuestos de izquierda a derecha.
En definitiva, todos hemos tenido alguna vez la sensación de que esto del post-rock raya el timo, que cualquiera puede rasgar unas guitarras y sacar unos acordes tristes y distorsionados, disfrazando con coartada artístico lo que es más bien amateurismo o incapacidad para escribir canciones. Pero cuando uno ve a una banda así en directo se da cuenta de que está a años luz de cualquier sospecha y regresa a casa, un miércoles por la noche con la sonrisa puesta, pese a tener que madrugar al día siguiente, porque sabe que las exquisitas melodías de esta tropa canadiense le van a animar la jornada.