Al rebufo de uno de los últimos fines de semana de calor arrancaba en Madrid una nueva edición del festival DCode, uno de los pocos reductos festivaleros en suelo madrileño, con los recuerdos de Festimad y Metro Rock como algo muy pasado, y casi solamente con el Día de la Música como compañero. Una verdadera pena, sobre todo viendo que el festival parece asentado como fecha de un día y no como la de dos fechas con la que se presentaron el primer año. De hecho, no sabemos cómo de preocupados deberíamos estar, pero la asistencia al festival bajó considerablemente comparado con cualquier año anterior. Curiosamente daba la impresión que, mientras el perfil más madura del festival que quería ver a Beck respondió, la jugada de poner de cabeza de cartel a unos Vetusta Morla tan vistos en todos los festivales no funcionó del todo, y más a cincuenta euros .
La cosa comenzaba para nosotros con los murcianos Perro, una de nuestras últimas debilidades, pero que apenas tocó media hora ante un público que al menos parecía contento de tenerlos delante. “Paco Fiestas” y “Marlotina” fueron claramente los mejores momentos de su cancionero, aunque con su preciso directo con dos baterías impacta independientemente de lo que toquen. Seguro que vuelven para tocar a mejor hora, a nosotros nos habría venido genial que hubiese coincido con Vetusta Morla para pasar un buen rato después de Beck. Otros que defenden su buena propuesta en vivo son los chicos de Belako. A pesar de su juventud no hay quien los haya tosido en todo el verano, con un 2014 que parece definitivamente encumbrarlos como una de las propuestas más prometedoras de nuestras fronteras. Están en todos lados, pero no vamos a negar que lo merecen y que en cuanto terminen de encontrar su propia identidad musical se harán aún más grandes.
El trio británico Band of Skulls fue otro de los triunfadores de la jornada, aunque su estilo fuera algo más tirando a rockero de lo tradicionalmente indie que suele copar las grandes actuaciones en DCode. Buen hacer con ese blues pesado pero amable que los coloca en unos parámetros similares a bandas como a The Raconteurs o hasta Wolfmother, aunque siempre se mostraron algo más inofensivos con el sol todavía dándoles en sus caras. Anna Calvi coincidió de pleno con Francisca Valenzuela en el escenario más alejado, pero ninguna de las dos llegaron a conseguir conectar del todo con su público. La primera ofreció un directo correcto pero repetitivo y la otra sufrió de mal sonido en las bases, desluciendo todo lo demás.
Por suerte los que si consiguieron encajar un concierto notable fueron los chicos de Bombay Bicycle Club, precisamente una banda que parecía no iba a aguantar el tipo del directo ante tanta pulcritud sonora en estudio. Al revés, la puesta de largo de esa elegante propuesta se mostró como uno de los conciertos más divertidos y variados de todo el festival. Ellos y Royal Blood fueron quizás los grandes triunfadores de ese “otro festival”, en este caso con una propuesta de guitarra y batería que ya tenemos muy vista pero que sonó a las mil maravillas en el escenario más pequeño del festival. Me costaría creer que su propuesta vaya a mantener el nivel de seguidores que demostró en DCode (coincidía con Russian Red, para bien y para mal). Otro que sorprendió fue la actuación en penumbra de un Jake Bugg que contaba sus seguidores por cientos, casi todas jovencitas que se morían por los huesos del británico. Dejando de lado los prejuicios que surgen con este último detalle, su propuesta de folk-blues edulcorado nos convenció de que detrás de la imagen de cara bonita hay un proyecto que defender. No habría apostado por ello.
El concierto de Beck era, con la ley en la mano, el concierto verdaderamente esperado del festival. Digamos que era algo así como el único verdadero cabeza de cartel del festival, por trayectoria, por show, por la cantidad de años sin pasarse por España… Varias cosas, entre otras, que el nuevo disco también está a la altura. Pero para ser honestos, lo que empezó como una verdadera brutalidad de ritmo, potencia y comunión con su público con una intratable sucesión de hits: “Devil’s Haircut”, “Black Tamborine” y “Loser”. Sin anestesia. Después vinieron «Qué Onda Güero»,«Hell Yes» o un bonito «Think I’m In Love» con recuerdo a Donna Summer,que terminaron desencadenando en la cara folk y calmada de Beck, justo en el peor momento y en una selección de canciónes no del todo acertadas. Quizás el mayor problema del concierto sea su duración, porque no es que haya algún problema en escuchar “Lost Cause” o “Blue Moon”, es que cuando atacas canciones tan bonitas como densas e inapropiadas para un festival como son “Walking Light” y “Wave” la gente se dispersa y cuesta volverlo a levantar.
El setlist fue de hecho algo bastante desacertado, fruto del ansia de tocar muchos palos durante la corta duración de hora y veinte. Por ejemplo, no hubo “Jack-Ass”, “Minus” o “The New Pollution” de “Odelay”. Tampoco una habitual “Debra” de “Midnite Vultures”. Un claro desatino. Al menos el tramo final de concierto volvió a levantar a todo el mundo con la siempre impactante cara B “Timebomb”, las habituales “Sexx Laws” e “E-Pro” para terminar cerrando con el habitual “Where It’s At”, esta vez pasado por una excesivamente larga introducción de los miembros. Una pena que el regreso del Beck más cercano a los 90 tuviera que llevarse a cabo en un festival, porque vimos a Hansen más en forma que en cualquiera de sus dos últimas visitas.
Después de un concierto como el de Beck lo que menos apetecía era tener que volver a ver un concierto de Vetusta Morla. No se me entienda mal, no voy a ser de esos que rajan de una banda en cuanto tiene éxito sólo porque quintupliquen sus aforos de conciertos. Para nada. De hecho me alegra ver a tanta gente con escaso conocimiento musical disfrutar de las canciones de los de Tres Cantos, pero la sobreexposición a la que se están enfrentando hace que algunos queramos huir de sus conciertos siempre que sea posible. Pero el caso es que en DCode no había ninguna otra propuesta coincidente, así que volvimos a dar cuenta que aunque han relajado el tempo de sus mejores temas siguen teniendo un gancho inigualable. Como siempre, bien ejecutado y bien compactado. Nos resultan pesados, pero no porque encima del escenario hagan las cosas mal.
Con la coincidencia posterior entre La Roux y Wild Beasts hubo que tomar una decisión dura. En mi caso tomé la decisión de la primera, sobre todo debido a que nos visita menos y a que su último disco está más reciente. ¿Elegimos bien los que elegimos a la pelirroja? Pues seguramente no. No es que sus temas redondos sean malos, ni mucho menos, pero su directo (el de ella, su banda está bien) es algo tan frío y apático que hasta cabe pensar si no hay hasta ayudas vocales de por medio. Lo que pudo ser una gran fiesta se quedó en una sucesión de hits sin garra. Luego vinieron Chvrches, quizás con demasiada presencia en el cartel teniendo tan sólo un trabajo discográfico. Tanto que cuando nos quisimos dar cuenta había terminado su concierto de menos de una hora dejándonos algo a medias, sobre todo cerrando con un tema tan redondo como “The Mother We Share”. Está claro que su directo se vale de muchas bases pregrabadas, es parte del juego, pero creo que les vendría bien tener un batería en directo para que de verdad de la sensación de que están reviviendo el sonido del disco, aunque ellos están en su sitio. El cierre con Digitalism en versión dj set fue quizás algo demasiado duro para los que no andábamos con ganas de sesiones machaconas, una pena que los alemanes no estuvieran con su propio show cerrando la jornada.