/Crónicas///

Cynics, The – Bilbao (22/09/2012)

Michael Kastelic, Gregg Kostelich, Pablo González, Ángel Kaplan
8.0
Kafe Antzokia, Medio aforo corto
Precio: 10/15 €

De lección de rock hay que tachar lo de los Cynics en Kafe Antzokia. Con la sala a medio llenar siendo generosos, los de Pittsburg salieron y triunfaron, con modestia, sin grandezas, sólo con el poder de la actitud directa de Michael Kastelic y el buen hacer y melodías de Gregg Kostelich, los dos miembros fundadores de la banda. Apoyándoles, una muy sólida base rítmica formada por Pablo González (batería) y Ángel Kaplan (bajo) que se les nota tan al 100% con el proyecto como a la otra pareja, de no ser porque su juventud les delata.

Siempre pegado a su pandereta, que cambiaría por maracas o armónica según la canción lo pidiese, Kastelic comenzó a calentar con el ramalazo americanista de «Gehenna», tema del último disco y uno de los momentos más calmados de un concierto que pronto comenzaría a sudar no sólo con clásicos sino también con recientes hits del calado de «I Need More».

El clima de la sala reflejaba que para unos pocos, las canciones de los Cynics eran clásicos, mientras que otros simplemente disfrutaban de un excelente recital de rock garajero (parte en la que nos alineamos, dicha sea la verdad). Esto propició quizá que en las primeras filas hubiera más espacio del habitual, precisamente para que los incondicionales bailaran a sus anchas. Y también por ello hubo simpáticas anécdotas como la del achispado fan que se subió en «Close to Me», y que con la complicidad del cantante, se quedó sobre la tarima toda la canción, bailando o intentando cantar.

El fuzz de «Baby What’s Wrong» o las irresistibles melodías de «Girl, You’re On My Mind» levantaban pasiones entre los incondicionales, mientras a los más ajenos les era cada vez más dificil mantenerse en el sitio. Ese hilvanar temas que invitan al baile rockero más alegre, con otras oscuras y de ritmos fundados en la psicodelia y otras más enfocadas al garaje-punk, es fundamental para un directo divertido que apenas da tregua. Ecos de Sonics, Fleshtones, Redd Kross y otros muchos suenan en sus canciones de modo que no es necesario sabérselas para disfrutar de un sonido rock tan reconocible.

Se despidieron y volvieron a salir para unos generosos bises que extrañamente el público no parecía ponerse de acuerdo en cómo pedir (una caótica mezcla de gritos inconexos sustituyó al socorrido «beste bat»). Remataron la faena y, sin ser un concierto matador seguramente más por el público que por ellos, dejaron buen sabor de boca y mejores vibraciones, un nuevo pequeño milagro para una banda de rock en la acepción más honesta del término. La de los años de trabajo de fondo y carretera.

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22 de septiembre de 2012