Ya que no había demasiada presencia de bandas locales en el festival, qué mejor que empezar visitando el Chuleta & Rock en Jardín de Falerina en donde Cobra se dieron un pequeño baño de incondicionales para disfrutar de ese sonido que bebe de la vertiente más metálica del stoner. Esta vez con invitado especial al bajo (Ama Say, Barents) la banda hizo temblar la carpa con su cancionero rudo y sin fisuras.
Ya en el recinto, no pudimos llegar a los recomendables gijoneses Black Horde pero sí a Powersolo, que mezclaron estilos rockeros con la mejor intención festiva. No era mal anticipo para unos Eagles of Death Metal, con sus luces y sombras. El carisma de Jesse Hughes y en este caso de su acompañante Dave Catching está fuera de toda duda, pero su cancionero para tirar cohetes tampoco es y a nadie se escapa que sin el tirón promocional de Josh Homme no hubieran llegado muy lejos. Otra cosa es que en directo, eligiendo muy bien sus hits, puedan poner a bailar a las 19:00 de la tarde a un generoso público expuesto a un sol sofocante. Esto fue lo que pasó y Hugues triunfó derrochando amor por el respetable, como si fueran el grupo principal tocando de noche. La actitud es vital. Como anécdota, salió Brent Hinds (Mastodon) a tocar un tema, aunque se pasó la mayor parte de él afinando y no hay pruebas de que lo que tocó sonara siquiera, pero se lo pasaron muy bien.
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LA MARCA #ARF Y LAS VOCES DEL METAL DE HOY
Cracker no fue tanta fiesta, pero sí fueron una extraña revelación para festival. Extraña porque no es precisamente nueva esta banda de aquello que se vino en llamar alt-country. No tengo claro si su propuesta es de escenario grande pero sin duda fueron una «banda Azkena» con mayúsculas, quizá la más emblemática del sonido que identifica al festival desde sus comienzos. Personalmente me quedo con su faceta más rockera y los temas que les acercaron a su banda paralela, Camper Van Beethoven. No nos alejábamos mucho de esta idea de rock americanista y muy marca #ARF con Reigning Sound en el escenario 3, pero a su garajeo con mucho regusto sixtie y deliciosos coros le faltó algo de punch y peligro. Plenamente disfrutables y bailables en cualquier caso.
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Llegados a este punto, toca hablar claro de Mastodon de una vez y vaya por delante el reconocimiento a su excelso repertorio. En el Azkena ofrecieron ni más ni menos que lo temido. Ni siquiera cabe quejarse de setlist cuando el sonido fue muy deficiente, especialmente al comienzo. Lo que ya sí que no tiene excusa, es que siguen sin aprender a cantar eso mismo que en disco les queda sospechosamente tan bien. Inaceptable una banda con tres voces en la que el que mejor canta es el batería. Me niego a sentirme afortunado por ver un concierto que quizá «no estuvo mal para ser Mastodon». Siempre nos quedará esa fantástica «The Czar», que pareció el único momento en que casi todas las piezas encajaron.
Prisa se dio Brent Hinds por volver a aparecer en el escenario a ver a OFF! y no se equivocaba. La superbanda capiteaneada por Keith Morris ofrece punk-rock básico y riffs a dentelladas. Pero también los discursitos del carismático frontman, esos que más de uno le recriminaba desde el amplio pogo creado al calor de sus himnos en torno al minuto de duración. La grandeza de lo suyo es que puedes ser fan o no, pero ¿quién necesita saberse los temas, por otro lado muy homogéneos, para sentir el poder tan directo de sus cortas y triunfales embestidas?
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LA BAJONA NO PERDONA
Lo de Ocean Colour Scene a continuación y sin solape alguno merece ser considerado por el Tribunal de La Haya. Nada que reprochar a los británicos, que por otro lado incluso pusieron de su parte por endurecer un poco las guitarras de su repertorio de hits clásicos. Pero pasar del hardcore más agitado a su intimista sonido fue un trance que muchos sufrieron y no me extrañaría que hubiera mandado a casa a más uno y más de dos.
Y hubiera hecho mal, porque aún quedaba por ver el penúltimo exorcismo del reverendo Eugene Edwards, aka Woven Hand, con un set centrado en ese «Refractory Obdurate» en el que la faceta espiritual se ve tamizada con toneladas de electricidad. Un directo más rockero que nunca, pero que sigue invitando a cierto trance y cuya mayor pega fue lo corto que se hizo. Para muestra, lo fielmente que el público pidió un bis que parecía que sí, pero finalmente fue que no. Que comenzando al mismo tiempo tuviéramos que notar como Kvelertak aún tenían para un rato en el otro escenario, no hizo sino acrecentar cierta decepción ante lo que pudo ser un cierre grandioso y quedó en notable alto.
Con todo, la segunda jornada se impuso a la primera en un Azkena Rock Festival que tiene muchas cosas a favor. La acogedora ciudad de Gasteiz, el buen ambiente que generan sus asistentes, el perfil rockero no tan habitual en este tipo de citas masivas… pero no podemos confiar sólo en esas cosas para hablar de un festival excelente. La organización tiene que poner algo de su parte y en esta ocasión, ha dado la sensación de que más bien ha restado. Porque o se esperaba mucho menor audiencia o no se entiende esta bajada general de los servicios (no sólo sanitarios) en el recinto.
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