Variado ambiente el vivido en el Ateneo Izarbeltz para ver a los valencianos Antiguo Régimen, una mezcla de amantes del punk-rock que domina entre los asiduos al local y el postpunk de aires ochenteros que marcaba no sólo a los visitantes, sino también a los anfitriones 1991.
Estos últimos son una banda de pop de aire triste y claras deudas a The Smiths o The Cure con una particularidad muy señalada; sus letras en castellano giran todas en torno a los derechos de los animales. Pese a estar curtidos en bandas orientadas al hardcore en su más amplia acepción, ofrecieron un directo convincente en el que aún se les notó más naturales en los puntuales momentos de mayor intensidad. Es posible que su concepto concienciador tan fuerte pueda ser un obstáculo para llegar más allá de los ya convencidos, pero entre los pocos temas con los que de momento cuentan ya destacan pequeñas joyas en este estilo de bajos rotundos y guitarras ensoñadoras, como «Colores de Muerte» o «Fuego Purificador». Y aunque la melodía vocal no se apreció siempre, no sonaron nada mal dadas las circunstancias.
Y es que un local okupado con su -muy bienvenida- precariedad siempre parece que se adapta mejor a proyectos ruidosos que a propuestas más espaciosas o melódicas. Antiguo Régimen, que además de los instrumentos básicos añaden un sintetizador, sufrieron de un sonido más embarullado que no impidió disfrutar del concierto, pero sí que dio la sensación de que pudo brillar más. O causar escalofríos, porque los valencianos se mueven en ese terreno entre las melodías bailables y la extrema frialdad depresiva y protoindustrial. En su directo no sólo nos sonaron a Joy Division, The Sound o Décima Víctima, sino también en ocasiones puntuales a Devo y otras bandas orientadas al punk-rock menos conformista.
Estáticos y poco comunicativos, sea por su caracter o por exigencias del género, el cuarteto desgranó la mayor parte de su flamante «Política de Tierra Quemada» con alguna parada en su previo EP y en este transcurso destacaron los temas que ya contábamos entre sus mejores bazas como «Política de Tierra Quemada», «La Formación de la Sombra», la contagiosa hasta el tuétano «Piezas Sobrantes» o la paradójica gravedad jovial de «Desorden Mundial», que se guardaron para bises. Por cierto, su estatus de tránsito del underground más puro al underground con respaldo de la crítica, se vio refrendado por un lleno en el Izarbeltz que ya querrían grupos que tocan en salas más grandes. Les vemos «algo extraño», pero entendido como interesante y esperamos desentrañarlo en el futuro con mejor sonido.