La siempre infalible en directo Ainara LeGardon volvía por Bilbao y tocaba estar a la cita. Como de costumbre tardía apertura, dentro del caos horario, también habitual y que cuando se da en torno a la sala Azkena se suele acrecentar.
Los locales, Gringo fueron toda una sorpresa. Su sonido mezcló las corrientes noventeras del sadcore, el post-rock y el shoegaze, con aires desde Slint o Low hasta Dinosaur Jr. o Sonic Youth. Canciones bien construidas, que se elevaban sobre sólidas bases y que sin embargo no resultaban obvias. Una banda injustamente oculta en nuestro underground, como además demuestra el hecho de que parecía que del escaso público que había en la sala, la mayoría eran amigos de la banda.
Claro que fue una noche muy floja en este sentido y Ainara LeGardon también lo acusó, después de haber dado un concierto en Donostia al parecer bastante triunfante. Algo se está desinflando en Bilbao. Vino con banda a medias; se trajo a Héctor (Qualude, Flying Pig Matanza) como batería y a Hannot (Audience) a la guitarra y los coros/aullidos. La ausencia del bajo le dió un toque sin duda interesante al concierto, aunque sí que se notaba vacío.
Los nuevos temas en disco hacen uso de un bajo de tono muy agresivo, de modo que aquí, con voz, batería y guitarra sonaba más desnudo y descarnado, lo cual tampoco le viene mal a su música, pero no alcanzaba la intensidad precisa. Claro que no hubo problema a la hora de recurrir a temas antiguos, especialmente del disco anterior, que suponía casi la antítesis con su sobriedad folk. A destacar la labor del batería, un papel que siempre ha sido crucial y siempre se ha rodeado de grandes músicos tras este instrumento, pero la destreza y el caracter visual que aporta Héctor es crucial.
En definitiva, un concierto notable de una de nuestras cantautoras preferidas, aunque la hemos visto en mejores circunstancias.
