/Crónicas///

Unicornibot – Erandio (18/09/2012)

8.7
Sentinel Rock Club, 30 personas
Precio: 5 €

Parada bilbaína en la infatigable gira de Unicornibot por Francia y España. La banda está chupando carretera de manera encomiable desde el lanzamiento de este segundo álbum con el que han dado un salto cualitativo pero sobre todo, de prensa y público. Esto no es óbice para que la banda toque un martes ante unas 30 personas en los alrededores de una ciudad como Bilbao. Bueno, tampoco es cuestión de quejarse de que no hubiera más público, que el recinto del Sentinel, algo reformado desde la última vez que nos pasamos, para más no da.

Primero tendríamos a los Meido, probablemente la propuesta local más adaptada al sonido de los gallegos. Su noise-rock tira un poco más a Unsane o Dut, resultando más oscuro y con partes más atmosféricas. Cumplió como siempre y parece que los temas de «Double Dragon» van calando poco a poco en directo aunque siguen palideciendo ante hits del primero como «Itto Ogami Lehandakari». Son en cualquier caso un trío intenso al que sólo achacaría la escasez de melodía vocal que de tener mayor cabida podría hacerles menos áridos. Rompieron cuerdas pero el ritmo del concierto no se resintió apenas y además los gallegos ayudaron en estos menesteres, corroborando el buen rollo entre las bandas. Terminaron con verdaderas estampidas de ruido y ritmo, dejando el pabellón local alto.

Sin salirse del ruido, lo de Unicornibot es otra cosa. Portavoces del ritmo loco, del desmadre y el cachondeo que ya desprenden los títulos de sus canciones, se trata de un cuarteto en el que el batería pone la parte más visual, los guitarristas el buen rollo y el bajista al menos en esta ocasión el estoicismo ante las improvisaciones de los mencionados guitarristas. Alternaron temas de ambos discos que enlazaron raudos y veloces, con pocos respiros para decir algunas palabras en un ambiente de buen humor.

Mucho cachondeo que no quiere decir para nada que la banda sea para tomarse a broma, porque son una máquina engrasada a la perfección, que dominan lo matemático, introducen vetas psicodélicas o incluso de rock progresivo sin despeinarse el ya clásico capirote de papel de aluminio. Al menos el batería, que fue el único capaz de aguantar con él hasta el final. Nosotros nos limitamos a ver pasar esos acelerados ritmos desfilando ante nosotros en una vorágine que, de ser bailada en su totalidad, seguro que es más efectivo que una sesión de aerobic.

La pena es que el grupo no tuviera más espacio en el escenario, provocando la caída de uno de su guitarrista más equilibrista que se pasó medio concierto con los pies separados superando un escollo. Muy diferente a verles en el holgado escenario del pasado Primavera Sound pero sin embargo mejor para poder apreciar la comunicación entre la banda, esas miradas fijas reclamando la atención del otro, esas indirectas de «te toca» que a veces no eran captadas y tenían que ser dichas a viva voz, como si estuvieran tocando entre amigos, que en el fondo viene a ser eso.

Terminaron con el batería saltando para dar el último impacto y un guitarrista por los suelos y nos dimos cuenta de que se nos hizo muy breve, casi fugaz. Y nos volvió a dar la sensación de que con Unicornibot, mientras ellos se lo pasen tan bien, nosotros haremos igual.

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18 de septiembre de 2012