Si Wolf Parade sorprendieron con su debut, una de las más frescas muestras de que se podía exprimir una herencia post-punk sin caer en el calco ni en lo obvio, con su segundo disco dieron muestras de una ambición sin igual al crear una amalgama arriesgada que miraba con firmeza hacia el art-rock y lo progresivo. Enriquecieron su propuesta una barbaridad pero no fue recibido con todo el entusiasmo que merecía. Por ello había un plus de interés hacia el camino que los de Montreal tomarían.
Pues nos encontramos ni más ni menos con el típico tercer disco que mezcla el sonido de los dos primeros con gracia y naturalidad, consiguiendo un maridaje entre épica y contundencia más que convincente. Desde la urgencia post-punk de «Cloud Shadow on the Mountain» al épico y vibrante hit al estilo de sus colegas Arcade Fire que es «Palm Road» o la bailable y sintética «What Did Muy Lover Say?», la banda deja claro que no están aquí para otra cosa que no sea escribir grandes canciones.
Todas ellas esconden algo que en la banda no falla nunca, un tapiz instrumental sólido en el que esta vez las guitarras sobresalen más que los teclados pero siguen combinándose para crear una música entre lo barroco y lo surrealista sin dejar el rock en ningún momento. Y es que no hay confundir los términos, si bien su música se aleja del sonido más crudo que por lo general conocemos como indie-rock, son una de las formaciones más rockeras del entorno indie actual. Y cuando escuchas como en «Pobody’s Perfect» son capaces de combinar todas sus fortalezas en un tema dramático, poderoso y de obsesivas melodías, te das cuenta de que algún día los libros del rock les harán justicia.
Y es que podríamos decir que si hay algo negativo en Wolf Parade es que apabullan. Apabullan por ideas, por sonido (a cargo de su propio batería) y por sentido melódico en voces y guitarras sin tregua. Si a esto le añades coros («Little Golden Age»), teclados irresistibles («Oh You, Old Thing»), locuras progresivas («Cave-O-Sapien») y pequeñas piezas que descolocan el puzzle para darle un aspecto más cubista («Two Men In New Tuxedos») o tradicional («Yulia») tienes un disco completo, variado, cuya única pega puede ser la misma que darse un atracón sin tener la capacidad estomacal necesaria o un almax a mano.
Y es que incluso los temas más excesivos resultan agradables, como ese groove ochentero que comparte la hedonista «In The Direction of the Moon» con la bailable «Ghost Pressure», ambas tomando bastante prestado del synth-pop y siendo claramente vencedora la segunda con su toque más oscuro.
Puede que Expo 86 no tenga la capacidad infecciosa del debut y puede que tampoco cale tanto a la larga como la estampida progresiva del segundo, pero también cabe la posibilidad de que sea acreedor de ambas virtudes en una proporción suficiente como para convertirlo en uno de los discos de la temporada. Y si Arcade Fire fallasen este año, la papeleta canadiense ya estaría salvada.