Coetáneos de los simplistas y edulcorados Mumford & Sons, Villagers son otra de las bandas de folk-pop surgidas en las islas en los últimos años, pero no son una más. Irlandeses en vez de británicos, Villagers debutaron en 2010 con un triunfante disco que incluso llegó a ser nominado a los Mercury Prize. Correcto ejercicio de folk preciosista, es sin embargo ahora con “Awayland” cuando la banda liderada por Conor O´Brien da un paso al frente gracias a un álbum de mayor madurez y evidentes merodeos experimentales. Y no es que los irlandeses hayan reinventado del todo su sonido (aquí sigue habiendo épica, melodía redondas, y arreglos delicados), pero los trazos de madurez aparecen en pos de una mayor ambición compositiva que les lleva a probar con sintes, ambientes etéreos, e instrumentación variada como mandolinas, saxos, u órganos.
Con los sonidos acústicos como premisa, el Lp arranca con la tierna «My Lighthouse» para dar paso rápidamente a una de las canciones más redondas en su concepción pop de todo el disco, «Earthly Pleasure». La figura de Conor Oberst se hace palpable tanto por el timbre vocal de O´Brien como por esa cadencia entre épica y trágica de la canción. En “The Waves” comienzan los acercamientos electrónicos en una pieza que desde su sosegado pero turbio arranque, crece hasta un maremágnum de programaciones, saxos, y guitarras, que explota en un tramo final que firmarían los Wilco de su etapa intermedia. «Judgement Call» continúa la senda renovadora con una pieza que estaría a medio camino de las fábulas de Eels y el indie-pop de Ben Gibbard, y que seguida por el grandilocuente piano de «Nothing Arrived» termina por completar una primera mitad de disco que combina a la perfección la fuerza innovadora con la precisión del pop perfeccionista.
Letras deprimidas para unos irlandeses que, como aquí ocurre, viven en primera persona la cruda crisis económica y moral que nos azota sin remedio. Sin duda que todo ello forma parte de este “Awayland”, pero menos duda hay aún de que estas canciones iluminan, al menos en parte, el camino para continuar adelante escapando de algún modo de la dolorosa realidad. “The Bell” es una nueva demostración de esa búsqueda de nuevos parámetros en el sonido de la banda, mientras que la pieza que da nombre al álbum nos sirve de respiro para recuperarnos del desazón anterior.
Todo listo pues para un último tramo que empieza de forma elegante en «Passing a Message» con la influencia de bandas mayores como los teatrales Mercury Rev, y que continúa con las mismas ganas de sobreactuación en la bella y orquestada «Grateful Song» (Jonathan Donahue seguirá sobrevolando nuestras cabezas todo este final de disco). Para finalizar la función el rayo de esperanza liberador de «In a Newfound Land You Are Free» concluye un trío de canciones que puede suponer el futuro devenir de la banda.
Aún quedará tiempo para un último acto que trata de esbozarnos en «Rhythm Composer» una sonrisa mediante un sonido donde la melodía de saxo, las voces y coros, e incluso los detalles electrónicos, se tornan amables para decirnos adiós confiando en el ritmo y su facilidad para hacernos proseguir hacia delante. Final que cierra un disco lleno de contenido y pretenciosidad bien entendida, y que sitúa a Villagers en un plano superior al que quizás se encontraba tras su resultón pero algo ingenuo debut. El álbum de confirmación de una banda a la que habrá que empezar a seguir más en serio de ahora en adelante.