Dicen que está todo hecho y que la gracia ya reside siempre en mezclar. Es una peligrosa afirmación con la que no estoy del todo de acuerdo pero lo que sin duda es cierto es que la mezcla es un arte y su maestría continúa dando excitantes resultados. Total Control beben del post-punk, el garaje, el synth-pop y el kraut para crear una mezcla escapista donde hay pop e impacto, con la psicodelia como carburante.
Este segundo álbum comienza abrumador con el vibrante motorik con base a lo «Baba O’Riley» de «Glass» que pone nuestros oídos rumbo a un nuevo horizonte. De repente, ese horizonte nos pega en las narices con el punk garajero de «Expensive Dog», que cruza la línea que va de los Sonics a Thee Oh Sees pasando por The Cramps y con un pasaje a lo Black Sabbath. La brillantísima triada de apertura termina por describir sus intenciones con el potente guiño a Joy Division de «Flesh War». Más tarde apelarán a New Order para culminar el disco con una sorprendentemente ochentera y pop «Safety Net».
Los ingredientes están más o menos desvelados y también la convicción con la que combinan fuzz de guitarras, épica de teclados y electrónica marciana. Así, «Systematic Fuck» les ve rockeando, en «Liberal Party» juegan con la electrónica de salón o en «Two Less Jacks» hacen post-punk a trompicones entre Wire y The Fall. Pasado este ecuador incómodo, regresan a la melodía con el rock psicodélico de libro de «Black Spring». Cero innovaciones aquí, pero sin embargo en sus siete minutos y medio consigue arrancar un tremendo climax antes de volver a mirar a los 80 con rabia. Será el sintetismo instrumental de «The Ferryman» el puente hacia la hipnosis industrial de la poderosa «Hunter» y la citada «Safety Net», notablemente más feliz que la media del disco.
En conjunto «Typical System» nos suena como el disco de unos The Horrors que en vez de abordar un sonido en cada disco trataran de mezclar todas esas influencias en un sólo producto. Lo mejor de todo es que a diferencia de los británicos, los australianos son uno de esos grupos adscritos a un nuevo punk que no tiene necesariamente que ver con la ortodoxia sonora. Esta militancia de la inquietud nos deja un conjunto de sonidos oscuros pero con destellos ilusionantes para acompañar los trayectos en una ciudad que nunca duerme. Y la gente escuchando a Tame Impala.