Tiempo ha pasado desde que la escena alternativa comenzara a saber de unos Thrice que venían presentando un «The Artist in the Ambulance» todavía muy metido en terrenos hardcore. De ahí ahondarían en el post-hardcore, picotearían el rock alternativo, se pondrían a prueba con sus discos «elementales» y echarían mano de formas de composición más clásicas en una carrera hacia la madurez que no ha dejado de dar buenos frutos. Pero parece que en «Beggars» encontraron un punto de inflexión y han cogido aire para entregar un disco más rock. En concreto un rock alternativo tan de libro, como insuflado de crudeza/delicadeza contemporáneas.
Pero cierto es que la década de los 90 está muy presente. No hay mejor momento para palparlo que en «Yellow Belly» que abre el disco con un rabioso riff. Las implacables guitarras de Teppei nos recuerdan inevitablemente a bandas como Stone Temple Pilots, The Smashing Pumpkins y Rage Against The Machine según el momento. La voz no recuerda a ninguno de estos grupos, pero esa oscilación de la furia y la suavidad sí remite a Chris Cornell, en las formas, que no en el timbre.
Si bien el citado primer corte es el más protípico en ese sentido, más adelante nos encontraremos con las juguetonas estrofas de «Cataracts» y el melódico post-hardcore que delatan al cuarteto como fans de Rival Schools y bandas afines de cuando hardcore e indie-rock confluyeron, sorpresa, de nuevo en los 90. En cualquier caso, es de los pocos momentos que el disco se sale de su tónica a medio tiempo. La acompaña en esa tarea de descongestión la desatada «Blur», invocando el punk-rock, siempre con atención a la experimentación ambiental y los espacios del post-hardcore.
Y no es que exista monotonía en «Major/Minor» pero sí una sensación monolítica que hace que del estribillo gritado a pulmón de «Promises» a la adornada con teclados «Listen Through Me» no haya apenas distancia. Incluso cuando hablamos de canciones más desmarcadas como la palpitante «Blinded» o la más encolerizada «Call It In The Air» (con un molesto parecido puntual a uno de sus mejores temas recientes, «The Weight») estamos metidos en un universo de intensidad marcado por una instrumentación asfixiante y un Dustin Kensrue apasionado con lo que canta.
La inquietud rítmica de «Words in the Water» da luz a una bella balada de boca de un Dustin cada vez más versátil. Su espiritualidad le hace combinar un tono inconfundible que hace a la canción ir más allá del típico medio tiempo de rock alternativo estadounidense. Aunque si se trata de temas de fácil digestión, lo mejor es irse a «Anthology»; esta optimista catarsis se distingue por su muy trabajada instrumentación, pero el fondo entronca más con un «I Still Haven’t Found What I’m Looking For» de U2, que con cualquier cosa relacionada con el mundo del que proceden.
Tampoco hay que esconder nada, el regusto épico que guarda el disco muchas veces remite también a Coldplay, esa banda que hoy día es el mal pero que no se sabe cómo nos tocó la fibra con su primer disco. No muy alejados de eso suenan en «Disarmed», primero devastados, finalmente cantándole al cielo. Aunque si hay que destacar algo realmente interesante es la base de rock psicodélico que encabeza «Treading Paper». Un ramal que a buen seguro tendrá un papel importante en el futuro del cuarteto.
Cuentan Thrice que cuando su técnico de sonido oyó las demos les comentó que habían hecho un disco grunge. Bueno, su identidad sigue siendo tan reconocible del Veisshu a esta parte, que es una afirmación exagerada. Pero desde luego el cuarteto ha invocado a un rock alternativo añejo con notable éxito, consiguiendo un disco sólido, denso y memorable en su mayor parte.