La banda neoyorkina más laureada por la prensa en los dos últimos años, vuelve para superar su prueba de fuego. Is This It? era un disco redondo, sencillo, directo, con garra y repleto de singles. ¿Que nos encontraremos en Room On Fire? ¿Más de lo mismo? ¿Cambios sustanciales? Ni lo uno ni lo otro. A primera escucha este se muestra con nuevos matices, menos espontáneo y más mediatizado por los teclados, pero la esencia sigue siendo la misma, ¿para qué cambiar algo que a todo el mundo pareció entusiasmar de tal manera? Esto debió pensar la banda cuando despidió al prestigioso Nigel Godrich (Radiohead, Beck, The Divine Comedy) al ver que pretendía llevar su sonido a terrenos más elaborados.
Un comienzo tintineante que nos recuerda a los últimos Red Hot Chili Peppers da paso al estallido de guitarras salvajes pero monótonas cortesía de Hammond Jr. y la voz extremádamanete desgarrada de Julian Casablancas, (tantas veces comparada a la de Iggy Pop) hablándonos de aspectos de la filosofía pasota del grupo «I wanna be forgotten, and I don´t wanna be reminded» en Whatever Happened un tema de fondo arrebatadoramente simple con esos tics como chasquidos de dedo tan característicos de estas bandas de la nueva ola neoyorkina. Comienza Reptilia con una línea de bajo hipnótica para encontrarnos con una voz más limpia, pretendidamente dejada y que pasa al grito roto con facilidad. Nos metemos en unas guitarras dignas de los Pixies más tropicales para enfatizar con una marcada batería para alcanzar un solo de guitarra efectivo sin ser nada del otro mundo. La clave del disco parece nuevamente el haber parido canciones que realmente invitan a moverse.
Guitarras dignas del ska marcan el ritmo en Room On Fire, un tema mucho menos encendido y más sugerente en las guitarras. A pesar de parecer encaminarse al punk-rock en sus primeros compases, permanece en un estado tibio pero interesante entre el pop lo-fi y el rock alternativo. 12:51, single de adelanto extremadamente vibrante, también de toques lo-fi y ecos de los Sonic Youth más psicodélicos en el estribillo, que no parece tal. Esta vez las palmadas aportan el toque naif, junto a la proliferación de guitarras punzantes y teclados hasta sepultar la voz en un tema cuya principal virtud reside en la brevedad.
Eminentemente pop es You Talk Way Too Much, cuyo referente máximo puede estar en unos Jesus & Mary Chain, además de lógicamente, en la Velvet, influencias todas ellas descafeinadas, lo que sobra decir en la mayoría del disco. Reposado y con escueto solo de guitarra incluido, el tema alcanza momentos álgidos cuando la voz se agita más de lo normal. Sigue la pauta en Between Love and Hate, con toques de pop más palpitante y alguna guitarra bluesy. Otro comienzo equivoco, el de Meet me In The Bathroom, que parece de un tema de punk-rock o punk-pop para ver como enseguida el colchón sonoro tan típico de Strokes da ritmo a la canción, de nuevo sepultando la voz por momentos y luciendo el contraste entre guitarras limpias con esa voz de resaca permanente (por no hablar de la cara de politoxicómano que nos saca el tío en los videos).
Supongo que la conclusión que todo el mundo espera de una crítica del segundo disco de una banda como Strokes es si valen lo que se dijo o no. De momento y para mi, Room On Fire es un disco válido, aunque seguramente tenga una fecha de caducidad a muy corto plazo. Al fin y al cabo en estos tiempos de tanto lanzamiento discográfico hay que ser selectos y ¿para que prestar atención a un disco que ya tienes?. Tal vez esto no habría pasado si Godrich hubiera permanecido a los controles y la prepotencia de la banda no hubiera imperado, pero al fin y al cabo más culpa tiene el NME que junto a su música, también aplaudió su actitud. Más vale que para el tercero se pongan los pilas o esto será la historia de un hype anunciado.