/Reseñas///

Slipknot – Vol.3: The Subliminal Verses

Slipknot - Vol.3: The Subliminal Verses portada
Roadrunner, 2004
Productor: Rick Rubin
Banda: C. Taylor, M. Thompson, J. Root, P. Grey, J. Jordison...

Géneros:

8.2

Los puristas de Slipknot (si es que eso puede existir) me van a permitir la osadía, pero un servidor pensaba que esta banda ya había dado de sí todo lo que tenía que dar. La pulverización total del metal alternativo como género comercial en que Limp Bizkit y sucedáneos lo habían convertido. Tras el difícil y menos inspirado Iowa, la banda parecía estar pasando malos momentos internos. Los rumores de disolución estaban a la orden del día mientras algunos miembros de la banda se dedicaban a sus proyectos paralelos (Stone Sour, Murderdolls, To My Surprise…). Hace unos meses la banda comenzaba a hablar de grabar un nuevo disco, tal vez el definitivo, para lo que cambiarían el productor, del crudo Ross Robinson al veterano y curtido en bandas de rap, rock y metal Rick Rubin. El resultado, esta interesante prueba de fuego a la que Slipknot someten con este Vol. 3 a sus fans, a la crítica especializada y por supuesto, a si mismos.

Como siempre es de rigor analizar los adelantos, pistas o globos sonda que nos lanzaba la banda y apuntaban algo sobre su nuevo rumbo. Duality es un hit single de gran dimensión, a la altura de anteriores clásicos como Wait And Bleed o Left Behind. Aunque de menor gancho, Pulse of The Maggots supone la otra cara, por una parte una declaración de principios que afirma que los locos de Des Moines siguen en sus trece, uno de los temas más crudos y ásperos del disco, más en la onda de The Heretic Anthem. Además, es una oda de agradecimiento a la fidelidad de sus fans, lo que nunca viene mal para tenerlos contentos.

Los temas que abren y cierran el tema tienen cierta similitud. Prelude 3.0 es una intro susurrante que sumerge a la banda en una imprevista dimensión seudoprogresiva aderezada con motivos gótico-espaciales. Danger – Keep Away es un tema más orgánico de rock en formato acústico aunque atmosférico. La conexión entre ambas, un sentimiento y registro vocal deudor del post-grunge, en especial el estribillo melódico, grave y repetitivo de la intro, muy al estilo Alice In Chains.

Para que nadie se rasgue las vestiduras (o las camisetas de su banda favorita) podemos afirmar desde ya que la furia permanece en la sangre de los nueve freaks enmascarados, simplemente ha perdido algo de protagonismo. Pero para demostrar que no han cambiado tanto quedan composiciones psicóticas, aceleradas, caóticas y con Corey desgañitándose como Three Nil o Welcome. Sólo que esta vez la visceralidad que se acercaba a terrenos como el thrash, el grind y otros subgéneros del metal extremo resulta más refinada, seguramente cosa de un Rick Rubin que cuenta con la ventaja de haber trabajado lo mismo con Slayer que con The Mars Volta.

Pero en opinión de un servidor este tipo de composiciones ganan enteros cuando el metal ruidoso se encuentra con ritmos más hardcore y con cierto pulso melódico como en Before I Forget. O cuando, sin abandonar la pose agresiva se tiran por el terreno experimental para facturar la arrastrada y opresiva Virus of Life, de cierto aire litúrgico, como de misa negra, propio del Manson más retorcido de su primera época. Otro giro desconcertante es el que se produce en The Nameless, hardcore, ruda y compacta, con voces replicadas, andanadas de baterías y riffs asesinos donde de repente todo se corta para abrir paso a un estribillo saturado, si, pero de melodía, con cálidos coros que de nuevo se apagan para volver a la brutalidad.

Pasemos a hablar de algunos de los grandes aciertos del disco, capaces de reconciliar a antiguos y nuevos fans. Como The Blister Exists, cuya máxima grandeza reside en los vertiginosos punteos intercalados con las machaconas y marciales baterías cortesía de Joey Jordison y muy afines a las de Raymond Herrera en Fear Factory. Sólo que aquí las baterías toman protagonismo hasta protagonizar solos jugando con el tempo. Tal vez no podamos decir que Slipknot sean la banda más técnica del mundo pero en canciones como esta hay que reconocerles cierto milimetrismo por el que destacan en una escena de un nuevo metal en general bastante tosco en formas. Otro tema más que interesante es Vermillion, de ambiente asfixiante inicial en el que Corey susurra de un modo lúgubre más que cantar. Aunque llegado el estribillo todo se vuelve más cálido, a modo de adelanto de lo que será su segunda parte.
Y para hablar de ella, nos introducimos en las baladas del disco. Si, si, han oído ustedes bien, baladas de Slipknot. Comienza a sonar la emotiva Vermillion Pt.2 y se nos rompen los esquemas. Entonces miras la portada y ves que no, que no es el Morning View de Incubus que se te ha traspapelado en el lector. Y es que no se puede negar que aquí la voz de Corey se aproxima mucho a la de Brandon Boyd. claro que le dan un toque más épico y oscuro, pero no deja de recordar por ejemplo, a Stellar en lo que a parte vocal se refiere. Menos afortunada resulta Circle, demasiado ligada a lo que Corey hace en Stone Sour. Llega a hacerse repetitiva y pesada y su final de chirriantes beats electrónico-alienantes no tiene demasiado sentido. A favor de ambos temas, el riesgo que suponen para una banda como Slipknot puesto que no solo son temas de espíritu más pop que metal, sino que además introducen orquestaciones.

Difícil resulta puntuar este disco que ha tenido desigual acogida entre los aficionados al metal y al rock alternativo. Puede que hayan perdido parte de esa esquizofrenia brutal y desbordante con que revolucionaron la escena en su disco homónimo, pero todas las bandas maduran y se aburren. Es fácil suponer que en un grupo con nueve miembros hay que ceder mucho para que la grabación de un disco no se convierta en una auténtica sangría. En el error que no hay que caer es en decir que se han vendido, porque el disco no es fácil, como ya se ha mencionado, la mayor complejidad en la mayoría de las estructuras desmonta esta teoría. Por otra parte, hacer un disco más agradable de escuchar que Iowa tampoco creo que sea un pecado, ¿no?

En fin, que las diferencias con el pasado son bastantes aunque la esencia permanece. Pero en su madurez, la envuelven de tonos más góticos, épicos y complejos, a la par que sentimentales, melódicos y técnicos. Estos versos subliminales dejan a la banda nuevamente en una situación de preferencia dentro del metal, tanto como para continuar, como para plantarse aquí.

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1 de enero de 2004