La que pasa por ser una de las bandas de rock mejor asentadas en la actualidad (algo que sucede sólo cuando un grupo reúne una gran base de fans sin que ni la crítica más esnob pueda ponerle medio pero) adelantaba su cuarto álbum con Little Sister. Esto sucedía por febrero de este año, adelantándose casi dos meses a la edición del disco. Era otro adelanto más en un año de discos de pesos pesados para el rock alternativo. El tema fue bien acogido en general aunque suscitó temores. Básicamente era muy simple en comparación con, por ejemplo, un «No One Knows» y podía pensarse que sin el equilibrio que suponía el díscolo Nick Oliveri, las composiciones de Homme no serían lo mismo. Cuatro o cinco escuchas basaron para que la simpleza tornase adherencia y semanas después el disco disipó toda duda acerca de las nuevas creaciones de la banda.
Little Sister era pues, un tema básico y directo al grano pero sin avasallar, con esa melodía de voz y riffs escurridizos de que las reinas siempre han hecho gala. Aún así parecía remitir a los orígenes, un concepto más próximo a la apertura del primer disco. Con el disco entero ya en el reproductor comprobamos como, tras la particular nana encargada como no, a un Lanegan cuya presencia ya se hace obligatoria (This Lullaby), Medication comienza a imprimir un ritmo frenético al disco en un descarado guiño a la intermitencia guitarrera de «Regular John». Cuando se es fan, se es fan, pero por el momento, nada nuevo. Por suerte, Everybody Knows That You Are Insane sube determinantemente el nivel recogiendo la esencia de unos Soundgarden alocados mientras las guitarras se cruzan de bafle a bafle.
Tangled Up In A Plaid es otro acierto, lo cual voy a dejar de decir ya por obvio en lo que resta de crítica. Aquí comienzan los ecos de los espectros (que más tarde se desarrollarán en amplitud) y la instrumentación irrealmente virtuosa se complementa con un poderoso estribillo saturado por un riff. A esta le sigue la siempre esperada aparición de Mark Lanegan en plena competición con Billy Gibbons (ZZ Top) por ver quien tiene la voz más castigada. Estas dos figuras mediatizan el tema por completo y sin embargo Homme sigue llevando la voz, lo que contribuye a hacer de este, su disco más egocéntrico.
Si en otros discos cabían tipos de canciones muy heterogéneos, aquí se observan en general dos grandes bloques. Los temas extraños, místicos, herederos de la herencia psicodélica y oscura de Kyuss por un lado y los que se acercan más al pop y las melodías atemporales. Respecto a estas últimas, hay joyas que entran a las primeras de cambio y no se olvidan como la agradable y luminosa In My Head cuyo reflejo pasado más próximo podría ser «Go With The Flow» al menos por la vía optimista. Se ve que Josh cada vez tiene menos miedo a sonar accesible y también a usar su voz en terrenos más sentimentales, lo que tiene clara aplicación en los pedazo de baladas que son I Never Came, llena de tensión y en la que incluso falsetea y Long Slow Goodbye que cierra el disco de forma melancólica y épica… y eso sin contar con los segundos puramente cinematográficos que la suceden.
Y justo en este punto cuando estabas sumido en un disco completamente distinto al que comenzaste a escuchar, como si de una gracia se tratara, te asalta la felicidad y chulería oldie de Broken Box, que a pesar de su actitud 100% rocanrolera no deja de ser una levedad tras lo que acabamos de escuchar. Por suerte con Oliveri no finalizó la faceta juguetona de la banda. O sino lo pueden juzgar ustedes al escuchar el cadencioso blues de You Got a Killer Scene There, Man para la que tanto se anunció la colaboración de Shirley Manson y Brody Dalle cuyos coros apenas se distinguen.
La lectura que hay que hacer es que Homme puede mover la banda él sólo y con mucha seguridad sin descuadrarse de lo que la gente espera de Queens of the Stone Age. La parte instrumental vuelve a estar clavada y ni con las excentricidades sale mal parado (al final si que pegaban bien las famosas tubas) y respecto de la parte vocal en mi opinión cada vez se posiciona más como una de las grandes voces del rock actual. Si hay que buscarle un pero, la falta de un tema a la medida de Lanegan, pero la voluntad de demostrarse a sí mismo como líder indiscutible de la banda y que la garganta del whisky haya hecho su disco más rockero en solitario, bien lo disculpan. Siempre quedará como aliciente para una próxima entrega.