Cuando uno sigue la trayectoria de una banda con Queens of the Stone Age siempre hay un miedo de que «el próximo disco» sea el flojo. Homme no cayó en esto tras el celebrado «Rated R» y continuó la estela en ascenso comercial con «Songs For the Deaf» y la magnífica continuación que fue «Lullabies to Paralyze», a pesar de librarse de la parte explosiva de la banda, Nick Oliveri. Desde ese momento QOTSA eran definitivamente Josh Homme, un genio musical que como todos, tiene sus aciertos y sus fallos. Y por primera vez en su quinto disco demuestra signos de mortalidad.
Una vez más, la expectación por los nuevos temas era mucha y Homme no dudó en filtrar alguno. Tal vez un error fue hacerlo con «3’s & 7’s», uno de los temas más redondos del disco con exactamente el sonido que se espera de la banda, diversión melódica no reñida con el buen saber hacer del rock setentero con diferentes partes bien articuladas en una sola canción. Extrañamente el single fue definitivamente «Sick Sick Sick», poco más que un riff (molón, eso siempre) y una batería a piñón. La melodía, ramplona y árida como pocas (a su lado «Little Sister» es un derroche) además de un aspecto vocal tirando a mediocre hacen que lo más notable de la canción son esos coros finales de Julian Casablancas. La sensación de cansancio es palpable.
Pues contrariamente a la idea que daban estos temas, el disco sorprende, para bien o para mal. Empieza haciéndolo con el pop ácido -este adjetivo les define más que nunca- «Turning on the Screw» del que serían capaces unos Oasis en horas bajas de inspiración, pero altas en sustancias. Otro experimento que no acaba de cuajar es «I’m Designer», aunque su extrañeza en las estrofas y sus arrebatos pop en el estribillo conforman una amalgama que al principio chirria y con las escuchas gana mucho, incluso notándose un leve guiño a Nirvana.
Hay un vínculo claro con «Lullabies To Paralyze» y su tono fantasmal. No hay más que atender al aterrador y cavernoso comienzo de «Misfit Love», un tema que sin demasiado gancho melódico, sobresale entre el conjunto y continúa con la obsesión hipnótica de «Battery Acid» rememorando a los Cramps y conformando uno de los momentos más exitosos del disco. Pero aquí entra de nuevo en juego una psicodelia que la banda ya desarrollara en su primer asalto post-Kyuss, ruido que acaricia los oídos de los fans. Así es en la obsesiva «Run, Pig, Run» que recuerda a un estribillo que Homme contribuyó a escribir para el último disco de Mastodon pero que a su vez parece rescatar el espíritu bizarro de su antiguo bajista. Por último destacar el pulso de «River In The Wild», una de las mágicas adaptaciones que solo Homme sabe hacer del metal stoner al rock alternativo.
En el terreno del reposo melódico, cada vez más cultivado por el guitarrista, encontramos algunas deudas con su anterior disco. «Into the Hollow» es un medio tiempo agradable, pero que palidece antes casos recientes como «Long Gone Slow Goodbye» o «I Never Came», cuando obviamente parte de aquellas premisas ya explotadas. Y por supuesto no faltan puentes que llevan la candidez hasta la amenaza, la saturación de guitarras y los particulares ambientes irreales como «Suture Up Your Future».
Este apartado, el de los bonus tracks es curiosos porque en realidad no sólo están a la altura sino que fácilmente se sitúan por encima de la media del disco, lo que nos hace pensar que muy probablemente un día QOTSA lo dejaran y quedarán cientos de demos y geniales riffs con que saciar a los fans durante años. Homme demuestra que ya no necesita ni a Lanegan para poner los pelos de punta con canciones de caja de música que construyen épica a partir de la sencillez como «Running Joke» y terminan sin ser explotadas. O con cabezonería de riffs y negrura carbónica que casi deja mal cuerpo.
«Era Vulgaris» carece de ese algo que tenían anteriores obras de QOTSA, sea el viaje alucinógeno del primero, la heterogeneidad del segundo, la globalidad del tercero o la bipolaridad melodía/oscuridad del cuarto. Digamos que este disco ni se entiende en conjunto, ni sus temas chocan de forma excitante entre sí.
En realidad es un disco a ratos moderadamente bueno y a ratos genial con algún momento más aburrido, una sensación a la que ayuda el lastre de una de las carreras más ejemplares de los últimos años. Mirando la situación en conjunto, un disco así sigue siendo de agradecer ante la mediocridad del panorama, al menos en cuanto a bandas populares se refiere. Tal vez sea así porque la sola esencia de QOTSA desprende algo que hoy en día nadie parece tener. Puede que nos hayamos acostumbrado a su sonido, pero aún así, no puede uno evitar echar la vista pocos años atrás con nostalgia.