Catorce años separan a Bruise Pristine, primer single de Placebo, de este Battle for the Sun, su ya sexto álbum de estudio. Casi tres lustros en los que single a single, disco a disco y gira a gira Brian Molko y Stefan Olsdal han forjado una de las carreras más reconocibles y con mayor seguimiento del rock alternativo actual. Y es que quizá la crítica no ha estado siempre de su lado, y puede que tampoco sean ni hayan sido los mejores ni los más originales, pero su rock ambiguo y altamente emocional ha ido calando poco a poco en el público, gracias a su impecable y bastante omnipresente directo y a un buen puñado de canciones que son ya pequeños, algunos incluso grandes, hits contemporáneos.
Puede interpretarse, por tanto, que para celebrar su actual estatus la banda londinense ha grabado su álbum más luminoso y directo desde su debut; decisión en la que probablemente haya tenido bastante que ver la incorporación de un jovencísimo Steve Forrest a las baquetas en sustitución de Steve Hewitt, con el que grabaron la mayor parte de sus mejores momentos. Así, las guitarras suenan más afiladas y están más presentes que en todo lo que habían hecho desde Without You I’m Nothing hasta Meds, predominando sobre todo otro sonido un matiz power-pop en el que no tienen cabida aquellos experimentos oscurantistas y reflexivos de años atrás como My Sweet Prince, Passive Aggressive o Space Monkey.
Aún así, encontramos varios ejemplos de buena música dentro de los conscientemente limitados nuevos parámetros en los que se mueve la banda: el single For What It’s Worth, Bright Lights (lo mejor del disco), Speak in Tongues, The Never Ending-Why, Happy You’re Gone… entre las que vienen intercalados algunos elementos discordantes como ese intento medio stoner de Battle for the Sun, el inicio discotequero de Julien o el bonito (y típico) broche final con la acústica Kings of Medicine, aún así insuficientes para construir un crisol de emociones como el que llegaron a lograr en trabajos anteriores.
Y es que cada vez tengo más claro que lo de Placebo no es la sencillez ni la inmediatez, sino que lo que mejor saben hacer es tejer un tapiz de claroscuros mediante su fino y sutil gesto que abarca un amplio espectro de la emoción humana. Lástima que esta vez se han decidido únicamente por un bonito y brillante hilo un tanto grueso, que les ha permitido únicamente crear un buen trabajo de artesanía.