/Reseñas///

Pixies – Trompe Le Monde

Pixies - Trompe Le Monde portada
4AD, 1991
Productor: Gil Norton
Banda: Black Francis, Joey Santiago, Kim Deal, David Lovering

Géneros:

9.0

Trompe Le Monde constituye el final de la carrera discográfica de Pixies, una de las bandas más imprescindibles (junto a REM, Sonic Youth y Jane´s Addiction y a la postre Nirvana) para la construcción de lo que en los 90 sería catalogado dentro de la difusa etiqueta del «rock alternativo». Trompe Le Monde, fue un intento de resumir el talento de la banda a la vez reinventándose a si mismos. Vuelven a implicarse de lleno en los sonidos más vibrantes, después del ligero escarceo pop que supuso Bossanova.

No hay rastro de agotamiento de ideas, aunque la separación entre sus dos motores ya era patente. Kim Deal estaba cada vez más involucrada en sus Breeders y Frank Black era muy consciente de quien poseía el 90% del talento pixie. La producción, lustrosa y dulce, que corre a cargo de Gil Norton, supuso que el omnipresente Dave Grohl le fichase posteriormente para pulir el sonido de sus Foo Fighters. Otra personalidad importante del álbum es la colaboración de Eric Drew Feldman, teclista de Captain Beefheart y Pere Ubu.

El endurecimiento relativo de la propuesta se evidencia en Planet of Sound, donde la acidez y la crudeza toman cuerpo, entrando en juego la distorsión guitarrera sobre bajos inmutables y una voz eminentemente rockera arropada hacia el final por coros cortesía de Kim Deal, uno de los múltiples puntos fuertes de la banda.

Pero lo que observamos en general es una inusitada capacidad para alternar canciones que no se parecen a nada que hayan hecho. Hablamos por ejemplo de la propia Trompe Le Monde, que abre el disco a modo de deliciosa pieza de lo que podríamos llamar power-dream-pop acelerado, voz dulce y guitarras tremendamente adictivas, un tema que engancha a la primera. O The Sad Punk, un nombre acertado que engloba baterías rotundas y distorsión salvaje en un himno de hardcore sui generis en el que Francis da rienda suelta a su vena más destroyer, con remansos de calma y jugueteos con el tempo.

Las influencias del post-punk ruidista neoyorkino son innegables en la hedonista Subbacultcha. Más pop vía Velvet Underground donde también caben Jesus & Mary Chain en Bird Dream of the olimpus Mons, acompañada de letras brillantes, crípticas, surrealistas, absurdas, geniales… depende de quien las lea. Pero si hablamos de homenaje a Jesus & Mary Chain, aquí Pixies también hacen una antológica versión de su Head On, en mi opinión, superando el original, haciéndolo más instantáneo y coreable. Recomendables ambas versiones, claro.

Las letras siempre fueron un apartado destacable, fruto de la excéntrica mente de Francis. Así U-Mass es un tema que refleja la vida en los últimos 80 que lleva a un estribillo atonal, distorsionado e histérico. Otra de sus aristas se muestra en la surrealista y minimal letra de Space (I Believe in), donde el estribillo reza algo así como «Jefrey, with one F Jefrey» (?) enmedio de extrañas e inquietantes atmósferas. Alcanza momentos etéreos con ecos de voces femeninas, gritos y ese auténtico estribillo.

Si hablamos de piezas con toda la fuerza melódica del pop y la crudeza del rock no puede faltar Distance Equals Rate Times Time, de guitarras palpitantes, directa al estribillo y jodidamente adhesiva. Letras de nuevo descacharrantes «I had seen a vision, there wasn´t any television, from looking into the sun… we got to get some beer, we got no atmosphere…». Más arrebatadora si cabe se muestra Alec Eiffel, homenaje al emblemático ingeniero francés. Compleja como sus celosías ferruginosas es la estructura de esta canción que a través de una voz reluciente y pequeñas distorsiones, nos muestran una banda tremendamente compenetrada en el trote, hasta que las voces finales se confunden en su ocaso.

Por lo demás encontramos toques de rock con claro gusto por lo clásico, en especial en Letter to Memphis, con impecables guitarras de Santiago y en Lovely Day, como unos Rolling Stones anfetamínicos. Y por fin, su faceta más pop, con joyas como la melancólica The Navajo Know, la dulzona Motorway to Rosswell o ya más mediatizada por guitarras, la agridulce y post-punk Palace of the Brine.

En fin, un disco tremendo, enérgico e irrepetible y que, por si fuera poco casi todo el mundo coincide en poner por debajo de Surfer Rosa o Doolittle. Ese era el nivel. No sé si existirá banda que en una carrera tan corta (4 discos de estudio) haya contribuido tanto al pop y al rock. Y otra buena pregunta es ¿existirá algún día un grupo de indie-rock melódico tan grande como Pixies? Yo, cada vez lo dudo más.

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1 de enero de 1991