Cuando alguien de una banda asentada y que ha dado más de una alegría se saca de la manga un proyecto en solitario la primera reacción (del fan no entregado) es desconfiar. Así nos pasó con The New Raemon, descreídos de que pudiera merecer mucho la pena ver al cantante de Madee jugando a ser cantautor y en español, en comparación con las mágicas composiciones de la banda e incluso los adictivos flechazos de Ghouls N Ghosts. Nos convenció con el íntimo «A Propósito de Garfunkel» pero suponíamos que era una distracción pasajera y puntual. Nada más lejos, en menos de un año ha lanzado un EP y ya se ha atrevido con un segundo disco en solitario que he de decir escuché de nuevo con cierto reparo.
Ya vemos desde un comienzo como el catalán no ha sucumbido del todo a la fiebre del cantautor. Nos lo dicen los desenfadados aires de «La Siesta», que tiene poco de perezosa y mucho de briosa. Más adelante, «Variables», «La Gran Caída» o «Sucedáneos» nos dan diferentes pinceladas de este Ramón Rodríguez haciendo pop con envidiable buen gusto, manejándose tan bien con las guitarras como dosificando los toques ochenteros sobre todo en la producción y los estribillos. Y es que los instrumentos están muy bien puestos y añaden drama sin restar efectividad al contenido lírico, entre cotidiano y figurativo, a menudo con reverso de ironía.
En los temas más reposados y si nos abstraemos de las letras, es reconocible el carácter del principal compositor de Madee y la influencia que su amigo Jeremy Enigk ha tenido sobre él. Especialmente en la escalofriante y oscura «El Fin del Imperio» o la realmente melancólica «La Dimensión Desconocida», tonos por los que ya conocíamos al músico. Muy al contrario, sorprende en la juguetona «Dramón Rodríguez» y su toque de pop circense, mientras que agradará a los fans de su primer disco con las más minimalistas «Estupendamente», con su exquisito piano o «La Recta Final» con su armónica.
Bien es cierto que hay una moda/normalización del fenómeno del cantautor en nuestro país. Esto tiene su dimensión buena y la mala. Ramón Rodríguez camina ajeno por la suya propia, con sus cosas y con su sentido del humor y en este segundo disco se nota que en el fondo el formato de banda tira mucho, cosa normal cuando tienes para arroparte talentos como los de Ricky Falkner, Ricky Lavado, Marc Prats, Pablo Garrido o Santi García. Y tal es la hiperactividad del catalán que en el momento de publicar esta reseña, acaba de lanzar un nuevo EP con algunos temas propios y ajenos. Visto lo visto que saque lo que le apetezca, ya que el gusto en este caso, es de muchos.