En el rock, cuando uno llega a cierto nivel de popularidad masiva, llega el peligro. Y es que, seguramente tengas tantas posibilidades de hacer un disco bueno o malo como cualquier otro, con la diferencia de que lo va a escuchar medio mundo y las opiniones se van a disparar. Es sin duda lo que ha pasado con el ya quinto disco de Muse. Parece que la banda, convencida de su propio genio ha decidido autoproducirse y no extrañaría que los juegos de marketing viral para adolescentes que se han lanzado previamente a la edición del disco fueran ideas del propio Bellamy.
Aunque no sea muy ortodoxo, no puedo sino comenzar esta reseña diciendo rotundamente no a uno de los temas que Muse ha metido en este disco, «Undisclosed Desires». Los devaneos con el r’n’b se los perdonamos a una estrella de rock en la crisis de los cuarenta como Chris Cornell, pero en un grupo como Muse no tiene ni siquiera gracia. Por otro lado no evidencia más que el reto personal de Bellamy por superar el órdago que fue en su día «Supermassive Black Hole». Pero esta vez se ha descubierto que no todo lo que toca lo convierte en oro, lamentablemente para nuestros oídos.
Y al lado de esto ya cualquier cosa mantiene el tipo. Incluso esa especie de suplantación de U2 cantando una versión de «Can’t Help Falling In Love» que es «Guiding Light». Y si algo le faltaba a Bono para ser el ser más odioso del planeta era una voz operística. «Resistance» es también digna de análisis. Sus teclados ochenteros parecen una broma digna del peor tecnopop made in Spain (las comparaciones con Camela no se han hecho esperar) y los coros a los Queen completan una canción que resulta difícil tomarse en serio. Hasta el anodino single «Uprising», con su monótona base rítmica y sus palmas brilla entre tanta mediocridad. Sin duda, la más floja carta de presentación de la banda hasta la fecha.
Aún con todo, el trío asume algún nuevo riesgo que si no sale del todo bien, al menos resulta interesante desde un punto de vista compositivo. Hablo de «United States of Eurasia», imperfecto collage de melosa balada de piano, arrebatos a lo Queen y arabismos. «Unnatural Selection», aún teniendo una brutal carga de déjà vu para cualquiera que haya escuchado «Absolution» al menos nos confirma que saben hacer buenos temas de rock épico y contundente, con especial atención a su cierre en clave metálica. Los coloridos hexágonos de la portada se convierten en rayos laser con «MK Ultra» cuyo inicio nos amenaza con un renacer del eurodance, pero finalmente supera la media ampliamente, pese a la escasa consistencia de su estructura.
Tras el entretenido cabaret pop de «I Belong To You/Mon Coeur S’ouvre A Toi», que resulta algo empalagoso, aunque contiene algunas de las mejores líneas de melodía vocal del disco, nos quedamos con la gran paja mental de la opereta espacial «Exogenesis», desplegada en tres movimientos. Resulta menos barroca de lo esperado y lo cierto que la escucha de las tres partes es una de las escuchas más agradables del disco, que no perfecta. «Overture» es una magnífica intro a la que le sobran los gorgoritos y eso que Muse nos tienen acostumbrados a repetir las mismas espirales progresivas una y otra vez, en este caso, ralentizadas. Mira por donde, el piano desbocado de «Cross-Pollination» nos hace pensar en «Space Dementia», aunque pronto va por una onda a lo Queen esta vez si, con acierto. «Redemption» cierra el disco de forma elegante y discreta, sin pompa ni fuegos artificiales.
En definitiva, los avances de Muse hasta ahora habían sido plausibles, tomando nuevos caminos y siempre creando algo excitante. Eso ha cambiado en «The Resistance», al menos en el fondo, porque loops electrónicos y sintetizadores suenan como una versión burda de los vistos en su trabajo previo al mismo tiempo que su acercamiento a Queen ha pasado del atrevimiento al cuasi-plagio propio y ajeno. No deja de ser curioso que los de Devon hayan firmado un disco sobre épicas revolucionarias que resulta ser lo menos innovador y emocionante de su carrera.