Millencolin son una banda que, desde Suecia lleva más de una década en el duro camino de hacerse un hueco en un género no ya dominado por los estadounidenses, sino concretamente patrimonio de los californianos. Pero la escena del frío demostró una vez más su destreza para, en primer término copiar fielmente y más tarde despegarse de la sombra de sus ídolos. Esta segunda fase llegó a su plenitud con su cuarto disco, Pennybridge Pioneers, una de las referencias que más ganancias y reputación ha traído al sello Burning Heart. A este le siguió un notable, pero eclipsado Home From Home y ahora presentan su ya sexta referencia, siendo conscientes (o no) de que son todo unos clásicos del género.
Al estilo más puramente Bad Religion abre el disco Farewell My Hell, con ritmos atropellados, riffs y coros propios del hardcore melódico. Al fin y al cabo es el género y la escena de la que provienen y que nunca han querido abandonar a pesar de la progresión de su sonido. También la reivindican en la veloz pero melódica Biftek Supernova con sus baterías 4×4 o el hardcore primigenio a toda mecha de Simple Twist of Hate que reúne todos los clichés de esta disciplina patinera.
Pero no es este un disco revisionista. Sigue la línea trazada en los ya mentados discos precedentes donde el pop y el rock más clásicos se introducen en los temas. Así el disco es variado desde la faceta punker estilo Rancid que encontramos en Cash or Clash repleta de sentimiento 70´s y coros hooligans hasta la amable Mooseman´s Jukebox donde homenajean a sus bandas favoritas (entre otras Rancid, Weezer, Foo Fighters, NoFX, Green Day o Bad Religion), el power-pop enérgico de Novo que te cambia el humor o el hardcore de guitarras y voz áspera de Birdie.
Tal vez Kingwood no sea en su totalidad tan redondo como Pennybridge Pioneers, pero se acerca en canciones de las que valen por un disco como Shut You Out, de lo más poppie del disco, pegadiza y embargada de una melodía que rivaliza seriamente con las de Jimmy Eat World. Huele a éxito de punk-rock catárquico. En otra senda pero igualmente válida se encuentra Ray, cuya letra puede leerse como una crítica a los puristas del hardcore y punk y apología de la evolución de los músicos.
La valoración general del disco es de notable, unos parámetros en los que los cuatro de Örebro siempre se han mantenido. Algunos fans agradecerán la mayor pegada que presentan algunos temas de este disco respecto el anterior y verdaderamente está más compensado entre las melodías pop y el hardcore-punk que Home From Home que resultaba más liviano. Si además eres de los que coleccionas discos de hardcore melódico a patadas este Kingwood es un nuevo imprescindible en tu estantería. Un nuevo acierto que les asienta en su posición.