Hay cosas en el mundo de la música, como supongo en casi todos los ámbitos de la vida, absolutamente incontrolables. Cosas que creemos ver y sentir, y que pensamos tener más que analizadas y claras en lo que a nuestra opinión sobre ellas se refiere, pero que sin embargo, en cuestión de unos días, nos sorprenden a nosotros mismos de una forma que no sabríamos explicar. Hablo de ese momento en que parecemos estar segurísimos de que tal o cual grupo y estilo no nos salpicará, y sin embargo, así, de repente, aparece un artista y con ese algo que lo hace diferente (al menos ante tus sentidos), te lanza al tendido atrapándote como jamás pensabas que ocurriría. Mi última experiencia de este tipo me ha ocurrido con el garaje lo-fi tan en boga en la costa oeste norteamericana, y con un artista perteneciente a esa vertiente en concreto: Mikal Cronin.
Cuando bandas como Thee Oh Sees, Ty Segall, o White Fence (entre muchas otras), habían desfilado ante mis ojos y oídos sin provocarme poco más que el respeto por ser bandas que trataban de innovar en la mezcla del garage y el pop puramente 60´s, aparece ante mí el tal Mikal y me convence de golpe de que realmente de esta escena, esta etiqueta, este género, este estilo, este rollo, también puede salir un disco creado con escuadra y cartabón justo a mi medida. Es entonces cuando descubres que tocó en un festival el año pasado en el que estuviste, y que te lo perdiste porque básicamente no sabías ni de su existencia (aunque lo cierto es que coincidía con Mercury Rev, y eso hace que la rabia disminuya, las cosas como son…). Es también entonces cuando ves que tiene otro disco de hace un par de años, y que tampoco suena nada mal. Y sobre todo es el momento en el que sabes que tienes ante ti uno de los discos del año cuando este 2013 termine.
Escuchando una y otra vez “MCII” por supuesto se aprecian detalles en común con todas esas bandas que hasta ahora no me importaban demasiado y que rodean el entorno del artista, pero es precisamente en esas repetidas escuchas cuando vas descubriendo que en la voz, las melodías, y la esencia de la música de Cronin hay algo más, y que en esta ocasión se ha alejado del garaje descacharrado de su debut. Tiene al pop de su lado, y como les ha podido pasar a tantos otros artistas de otros estilos, cuando tienes ese don, simplemente eso será lo que te hará diferente del resto. Músico en multitud de proyectos (Okie Dokie, Epsilons, Party Fowl o Moonhearts, e incluso Ty Segall donde ha estado tocando el bajo recientemente), es su faceta individual la que le ha permitido dar rienda suelta definitiva a la perfecta simbiosis de distorsión y melodías puramente pop. Pop psicodélico, fuzz, punk-rock, garage, y los Beach Boys, se dan la mano en un disco que roza la excelencia y que demuestra con su variedad la evidencia de que detrás de esa inocencia tan deliciosa, se esconde una obra discográfica más que madura. Es precisamente en esa indecisión de influencias en donde reside la gracia de “MCII”, y es que aquí hay tanta influencia y homenaje a Dinosaur Jr, o a Guided By Voices, como la hay a los Beatles o los Byrds. Y eso por no nombrar a los Neutral Milk Hotel de Jeff Mangum, que creo revolotean todo el rato en lo que a producción y esencia vital significa la segunda obra de Cronin.
De momento el de San Francisco está en todo un sello de referencia como Merge Records, y a poco que tenga algo de suerte, con este álbum debería dar un salto cuantitativo importante para convertirse en el nuevo secreto peor guardado del indie rock americano. La adictiva y perfecta emoción desprendida en “Weight”; la luminosa y pegajosa “Shout it Out” con esos irresistibles coros finales; “Am I Wrong”, la cual casi podría firmarla un Rivers Cuomo inspirado y juvenil; o “See It My Way”, que con una dosis más elevada de rabia y distorsión podría ser un tema grunge de la escuela Nirvanera (probad a haced el experimento en vuestras cabezas); forman un arranque espectacular que te preguntas si podrán mantener de ahí en adelante.
Y es justo entonces cuando Cronin baja el pistón, pero en el mejor sentido de la palabra, y las reminiscencias folk-rock de T-Rex, Zombies, o Nilsson hacen su aparición y dan forma a temas como la preciosa “Peace of Mind”. Melancolía de la que te hace sonreír. De la buena. De la que con unos arreglos de violín en su justa medida te hace identificarte de forma irremediable con este joven que ya sabes que te va a acompañar durante mucho tiempo. Recuperamos el vigor de los pedales en “Change”, la creciente vivacidad en “I´m Done Running From You”, y el apetito garagero en “Turn Away”, pero será en dos delicias de menos volumen donde el disco alcanzará el sobresaliente. La acústica «Don´t Let Me Go” («You’re All I Know…” nos canta Cronin y la lagrimita va cayendo…) y el cierre catártico de “Piano Mantra”, suponen el final merecido para un disco basado en CANCIONES que nos traerá a la cabeza a muchos de los mejores compositores pop de la historia sean estos del estilo que sean. Y es que se llamen Kurt, Elliott, Neil, o Marc, lo que mejor hacen, o hacían, era canciones por encima de géneros, y si nada se tuerce puede que Mikal termine algún día junto a ellos en ese Olimpo al que pocos pueden acceder. De momento va por buen camino.