McEnroe llegan a su quinto disco con las ideas muy claras y con pocos titubeos. Sabedores de que sus melancólicas letanías calan hondo en un público holgado, antes que arriesgarse a explorar otros caminos han apostado por crear un álbum que, aunque muestra pocas novedades, refleja todas sus virtudes; satisfaciendo así probablemente a la mayor parte de sus oyentes y seguro que ganando nuevos por el camino.
Siguiendo la línea coherente marcada por sus anteriores discos, “Rugen las flores” es más bien un disco tranquilo, en el que queda algo lejana la tensión de “Tu nunca morirás” y abogan por la plácida melancolía ya muy presente en “Las orillas”. Y es que los años no pasan en balde y con la madurez la tormenta de oscuridades ha dado pie a una resaca de contemplación, que deja con naturalidad pasar algún rayo de sol que igual no tenía cabida en la banda hace unos años.
En este sentido, no extraña que McEnroe sea una banda que sepa componer medios tiempos como casi nadie en este país. A lo largo de once canciones, los de Getxo se alejan poco de este formato y dejan bien claro su dominio en clásicos inmediatos de su repertorio como “Coney Island”, uno de los ‘singles’ más claro que hayan lanzado nunca; o “La electricidad”, escalofriante composición que te va atrapando poco a poco en su aparente sencillez.
Y es que, en general, parece que el sexteto ha ido limando sus aristas hasta llegar a la esencia de su sonido y afirmarse así en su propia personalidad. Cualquier tema del disco es buen ejemplo de esta búsqueda al interior: desde el rock emocional de la propia “Rugen las flores” a la reflexión nocturna de “De madrugada”; de la bella progresión de “Como las ballenas” a a la preciosa balada que señala el triunfal regreso a las voces de Tulsa en “Esa misma sensación de soledad”.
“Vendaval”, como bien indica su nombre, deja escapar al final del disco el único gran huracán de distorsión de toda la obra y vuelve a revelar la verdadera naturaleza conceptual del grupo: el abandono y el desamor. Porque si bien es cierto que previamente hemos escuchado motivos para la esperanza, McEnroe saben donde reside su fortaleza y al final nos vuelven a dejar con una sonrisa y alguna lagrimilla en los ojos. Grandes.