La buena salud del rock instrumental y más concretamente, el facturado dentro de nuestras fronteras, no parece decaer. No es algo nuevo cuando hablamos de los malagueños Kermit, cuyo «Autoficción» ya dio muestras hace un par de temporadas de una sugerente mezcla de post-rock con detalles de rock progresivo, crispación sadcore y maneras jazz. Lo cierto es que post-rock, al menos tal como esta etiqueta se ha popularizado, la de los típicos crescendos eléctricos, se les queda muy corta.
«Litoral» no puede entenderse sino como un paso más en ese cruce de influencias, quizá iluminadas tanto por Tortoise como por King Crimson, Slint o Radiohead y dispuesto en una forma cinematográfica, sin cortes entre los tracks. Así, de la climática «1926» que recoge vetas a lo Massive Attack orgánicos, pasamos al nervio puro con la tormenta rítmica de «Samhain» y la ensoñación poética de las mareas de «Circumpolares». Notamos como pese a primar la fuerza instrumental, los fraseados y el spoken word tienen su importancia, con diferentes temáticas, idiomas y fuentes (del contemporáneo malagueño Raúl Díaz Rosales al poeta de la generación beat Irwin Allen Ginsberg o George Orwell).
«We Tripantu» rompe con su canto mapuche el fluir del disco para convertirse en uno de los ejercicios más estrictos de jazz-rock progresivo con la perfecta construcción de ambientes elegantes e hipnóticos que se le presupone al género. Dicha atmósfera pasa en «Ingeborg» a uno de los momentos más melódicos y amables del disco, pese a la oscuridad psicodelica que va tejiendo. «Magnitizdat» juega en cambio con una obsesión bailable y cercana al kraut-rock. Locuciones de una voz femenina en ruso y saxofón añaden un toque irreal a uno de los temas más impactantes de primeras.
Para el final reservan el tema más ambicioso en duración, «1927», que avanza desde la calma más absoluta hasta un clímax de melancolía jazzera con un lustroso solo de saxo para encarar después a un ambiente de space-rock reverberado. Un adecuado cierre a «Litoral», disco que por propia clave estilística y carga temática, requiere paciencia. Su música no trata de ganchos, es cambiante y actúa como el efecto de las olas en la orilla. Parece que no cambian nada, pero en el fondo lo remueven todo. Sólo hay que pararse a apreciarlo.