Hace años que vamos viendo como el post-hardcore viene a ser una suerte de nuevo rock alternativo, una etiqueta para definir el rock contemporáneo, en este caso con claras deudas del punk-rock y el hardcore. No todos los elementos de estos últimos géneros están presentes en la música de Inserta, pero sí que pervive parte de esa filosofía y como no, el sentimiento de urgencia que palpita en cada riff ruidoso y en cada punzante bajo. Una sensación global de inmediatez crispada en la que también tiene su parte la producción de Karlos Osinaga (Lisabö).
Y eso que «Mar de Fondo» acentúa claramente la melodía y un poso más rockero. Ruidoso con ganas, pero de estructuras más clásicas y melodías vocales más redondas, el tercer disco de los bilbainos supone tanto una evolución como un (re)descubrimiento de las fuentes más básicas del rock. Todo ello sin olvidar la carga emocional ni los detalles retorcidos que se aprecian ya desde los riffs tensionados de «Extraño» o esos cortes de audio cinéfilos que pretenden realzar el calado emocional de la propia lírica.
En el apartado vocal de la banda, ha perdido peso uno de los guitarristas en favor del otro, lo cual no parece mejor ni peor, sino más acorde con esta nueva sensibilidad melódica y concisa. Y aunque «Thatcher contra el mundo» rece «o aquí no baila nadie», el cuerpo se deja llevar en movimientos espasmódicos, algo que también pasará sin ir más lejos en «Joe Buck», al son quizá de las letras más poéticas del disco. Porque si la banda saca el punk a relucir es en letras cotidianas con su punto críptico pero directas, a veces acusadoras. Quizá la más agresiva líricamente, a la vez que pegadiza en lo músical, sea «¿Qué escondes?», con una espiral instrumental muy adictiva.
Pese a que el grueso del disco tiene un sonido definido y compacto, al final nos aguardan un par de sorpresas estilísticas. «Habrá que decidir» se entrega al hardcore urgente más en relación a tiempos pasados de la banda. Este rápido puñetazo contrasta con el post-rock en crescendo de la instrumental «Mar de Fondo», una catarsis que pone fin a 30 minutos de rock convulso, sucio pero con brillos de pop y palpitantes bríos.