Seguimos los pasos de Icarus Crash desde aquellos inicios maqueteros y es un placer ver como la banda, que siempre ha contado con buenas canciones, ha llegado a poder plasmarlas con el gran sonido de este «Erizos», gracias en parte al trabajo de Sergio Muela (productor) y Joe LaPorta (master). Pero también, qué duda cabe a la madurez de una banda que siempre ha tenido claro que lo suyo es el rock alternativo de letra grande (Smashing Pumpkins, Nirvana, Red Hot Chili Peppers, Queens of the Stone Age) sin olvidar clásicos previos como Led Zeppelin. En este sentido, «Erizos» es la continuación deseada, su rock suena más contundente, más matizado y por supuesto no pasa desapercibido el crecimiento que han experimentado como músicos.
El cuarteto continúa con ese reparto vocal entre sus dos guitarristas casi al 50%, algo que aporta variedad dentro de un sonido coherente y que crea equilibrios, una vez más, entre lo más clásico o setentero y lo más alternativo o noventero. Así, «Mediocriland» abre el disco como uno de los temas más rabiosos y pronto nos encontraremos con «Cada Cara», otro momento álgido aunque más relajado, con tensión a lo Piratas y guitarras chirriantes que se desvanecen, oscilando entre el ruido y la calma, tan en el ADN de su sonido. «Dame Juego» es otro buen ejemplo de como su rock ha evolucionado en matices y tratamiento de estudio.
Quizá la evidencia más clara de este crecimiento está en «Krou». Juguetonamente rebautizada al pasar su letra al castellano, es una versión remozada de «Crowd» uno de sus temas primerizos. Lo que era una canción sucia y de evidente corte grunge, queda con su nuevo tratamiento barnizada de arreglos electrónicos, solos limpios y ritmos funk. Resulta más compleja, pero no estoy seguro de que haya salido ganando en el proceso.
Como sus queridos Smashing Pumpkins, desde los inicios siempre han combinado esos momentos de riffs agresivos con otros dedicados al pop y a los sintetizadores. La plácida «Melódica Lumínica» o el interludio electrónico «La Invasión del Agapornis» son buenas muestras de esto, pero también combinan rock y arreglos sintéticos en «Ruta Dorada» o se ponen bailables ya sea en la funk-rockera «La Fábula de la Mantis y el Gusano» o, más desde el electropop, en «Los Gremlins en Kioto». Esta última es además exponente de un apartado lírico que a veces alude a lo críptico o lo romántico pero otras, como aquí, busca el aspecto más lúdico e intrascendental.
Y es que Icarus Crash son una de esas bandas honestas, que no están para poner patas arriba ninguna escena que no sea la de sus directos. La meta es divertirse ellos y a sus seguidores y ofrecer un buen puñado de canciones de rock fuera de modas. Con tal humilde filosofía, llevan una carrera que ha ido creciendo paso a paso y aunque creo que el más complicado ya lo dieron con su referencia anterior, continúan en la senda de una banda muy a tener en cuenta.