Ahora que las aguas del metal nacional están menos saturadas que hace unos años, Hora Zulú regresan con un tercer disco de la mano de un nuevo sello, Inferno, que apuesta deliberadamente por el rock. Si el primer disco de los granadinos fue toda una sorpresa que llegó como un puñetazo de realidad y un soplo de frescura y el segundo afianzó su particular crossover mejorando el aspecto melódico, en «El Que La Lleva La Entiende» recogen frutos. Más influyentes que influidos, pulen sus aristas para crear once temas con ayuda del desaparecido BigSimon, que ahondan en su particular universo de experiencias personales hirientes y agitación de barrio.
Unos sonidos andalusís abren las «Coplas de Negra Inquietud» con Paco Luque haciendo uso de un saz, especie de laúd turco de mástil largo. Oscuridad amenazante en la que se introducen las líricas sureñas de Aitor Velazquez bajo murallas de riffs en un tema marcado por la atmósfera y que hubiera sido una intro perfecta de haber durado la mitad. Después llega la explosiva «Camarada», rock-metal entre colchones de guitarras, a ritmo rampante y con temática traicionada. Rabia, intensidad y temas tan crudos como palpables que también dejan poso en «Ya Que te Pierdo».
Otro de los temas con mayúsculas es «Digno del mismo…», que rompe un poco con el tono apesadumbrado, derrochando melodía, diversión y la chulería hip-hop de quién sabe rapear con calidad. Mención especial en lo musical a un tema que haría palidecer a muchos éxitos internacionales del llamado numetal. En oposición, la faceta más reposada de la banda queda patente en las estrofas de «Y Por Todos Mis Compañeros» que desde las rimas suaves evoluciona hasta los breaks metaleros. El rap, siempre presente, cobra mayor protagonismo en momentos como «Maneras de Hablar en Balde» o incluso el elegante y melódico final de «Parábola del Rey Tuerto».
Sin una gran evolución, «El Que La Lleva La Entiende» confirma a Hora Zulú como una banda desmarcada en el panorama del rock-metal nacional. Como pega, se ve una repetición de estructuras, bases instrumentales un tanto limitadas en cuanto a que suelen estar marcadas para dejar hueco a las voces. La lírica se revela en cambio cada vez más personal, atreviéndose en tesituras más melódicas y ahondando en sus mensajes llanos de frustración ante una realidad que se nos impone.