El ente bicéfalo de Fuck Buttons, coronado por las cabezas de Andrew Hung y Benjamin John Power vuelve a la actualidad cuatro años después de “Tarot Sport” con nuevo disco de estudio. Tiempo en el que a Power le ha dado tiempo a debutar en solitario como Blanck Mass, en el que han colaborado con varios artistas (Caribou, Jónsi…) y que seguramente habrán empleado en averiguar cómo narices mantener el nivel alcanzado por su anterior trabajo; pieza clave de la vanguardia musical del siglo XXI. ¿Lo han conseguido?
Podemos decir que “Slow Focus” falla en trascender o al menos igualar los logros alcanzados por su imbatible predecesor, pero triunfa al situarse (de nuevo) entre lo mejorcito de la cosecha electrónica del año. Quizá no hayan logrado revolucionar el panorama musical como hicieron años atrás, e incluso nos puede parecer que su música nos suena ya ‘familiar’, cosa que puede resultar peligrosa en un grupo experimental, pero no hay duda de que siguen teniendo algo que los diferencia y que los sitúa en una posición superior a la de la mayoría de actos electrónicos actuales.
A su favor, podemos decir que este nuevo trabajo posee rasgos propios coherentes con la evolución del grupo. Principalmente su inclinación hacia el rock. No es algo nuevo, claro; el dúo siempre ha sentido la necesidad de diluir (aún más) las fronteras musicales, como tantos otros hoy día, pero esta vez han ido un poco más allá. Las percusiones marciales, distorsiones que, proveniendo de sintetizadores y laptops, se acercan a las producidas por cuerdas y unas estructuras algo más reconocibles nos asaltan en “Brainfreeze”, primer tema de la colección, y sobre todo en el primer sencillo, “The Red Wing”, que podría provenir perfectamente de Mogwai.
Aquí no hay una “Surf Solar” o una “Olympians”; canciones que partiendo del trance o el techno nos lanzaban hacia el espacio exterior. De hecho, quizá sólo “Sentinels” o “Hidden XS” se sitúen en aquellos pasados parámetros, pero lo cierto es que “Slow Focus” es un disco más pedestre, más mundanal incluso. Como si en lugar del despegue de una nave espacial, quisiese mostrarnos el devaneo de un astronauta por la superficie rocosa de algún planeta que parece narrar “Stalker”. Y es que quizá ya no sorprendan tanto, pero siguen teniendo intacto su sentido para crear pasajes sónicos que inducen a la evocación.