Grande es el proceso de maduración que Filter llevaron a cabo en tan sólo tres discos. Del rock industrial post-NIN desplegado en Short Bus a las refinadas maneras melódicas de The Amalgamut, Richard Patrick aprendió a confiar más en sí mismo. En sus letras, en su voz y en su música, en la que la electrónica fue perdiendo protagonismo. Su tercer y último disco de estudio muestra a una ¿banda? más desnuda y sincera que nunca.
El disco sigue en gran parte las coordenadas que hicieron de Title of Record uno de los discos de rock alternativo más rotundos del tránsito de siglo. La herencia del grunge que da de nuevo patente en «You Walk Away» o «It Can Never Be The Same» donde también asoma la tensión áspera de Deftones.
Permanece algún que otro momento de rabia metalera como la contundencia en los riffs de «My Long Way To Jail» o «So I Quit», que a la voz de «Motherfucker!» arrasa con tralla punk y distorsión vocal. Pero también pecan de reiterativos en los momentos en que no suenan tópicos como «American Cliché», o se muestran erráticos en «Columind», curiosamente dos lecturas de la profunda herida americana.
Esto hace comprender medios tiempos ligeros con títulos como «Where Do We Go From Here?» – especie de continuación de «Take a Picture»-, «The Only Way (Is The Wrong Way)» o «God Damn Me». En ellos Patrick vive su propia catarsis acústica con mayor o menor acierto y un resultado bastante cercano al pop.
Esta pequeña dosis de empalago probablemente se convierte en puro tedio con 13 minutos finales («World Today» + «The 4th») de rollo mesiánico, sonido ambiental, dejes tribales, arrebatos drum’n’bass y ecos de todo tipo que suenan a broma viniendo de un tipo que firmase un casi perfecto disco de rock alternativo-industrial pocos años atrás.