Es admirable como el rock n roll va siempre por caminos divergentes. Unos grupos tratan de experimentar y crear algo nuevo, una pauta única y reconocible. Por el contrario, otros, quizás más mitómanos y conscientes de la dificultad de superar a los grupos del olimpo del rock, optan por recrear sonidos añejos por otro lado imperecederos. Los toledanos The Drug Dealers se situarían en este flanco, siendo lo suyo un buen homenaje a grandes grupos como los Rolling Stones, The Doors o The Who, entre otros.
«Round Trip» abre el disco constatando la anterior afirmación con teclados a lo Doors. Todo en ella suena típico y tópico, riffs de catálogo, la voz entre la chulería y el desgarro, muchas «babies» y rimas evidentes. No es que la banda sea simple sino que se ciñen perfectamente a patrones establecidos décadas atrás y que se han probado infalibles. Un comienzo prometedor que se ve frenado en seco por «No More Tears», balada de estribillo especialmente empalagoso (y cuya letra nos recuerda a otra famosa de los Guns ‘N’ Roses). Muy mal colocada casi abriendo el disco, su acelerón y explosión final suben muchísimos enteros, pero llegan tarde.
«Impossible Way» retoma desde el comienzo el pulso de rock perenne, «Bad Love» casi llega a mirar su vista un poco más adelante, apuntando incluso a The Cult y paramos en «Nothing» uno de los grandes temas del disco y también de los más pop, con grandes melodías tanto de guitarras como de teclado. Muy al contrario «My Dark Light» cae en los defectos del AOR menos exigente y es mucho mejor pasar a los pelotazos garajeros como la especialmente añeja «Don’t Stop» y sobre todo «Puppets». Esta última, sabiamente elegida como single, es la canción más enérgica del disco y destila no sólo la fórmula del rock de los 60 y los 70, sino también de los 90 (la oscuridad, la rabia y el imperante bajo remiten hasta a Nirvana).
De ahí en adelante la cosa va bien encarrilada en «Learning Streets», donde sorprenden por la alargada parte central de psicodelia instrumental muy estilo The Who. En «The Favourites of Gods (Die Young)» construyen una muy digna balada con la base de un riff acústico y el realce de un cello, que no necesitaba ser desarrollada a través de la eléctrica. Y es que en ocasiones da la impresión de que los temas se alargan de forma innecesaria en función más del despliegue guitarrístico que de las verdaderas necesidades de la estructura de la canción.
«Oh, Gina!» vuelve a tirar de cliché sin demasiado contenido y podemos observar como su estribillo sigue exactamente la misma pauta que el de «Round Trip». Por fin, «Rock Life» de nuevo recoge influencias garajeras en un rock n roll arrollador en el que esta vez si, el largo desarrollo final está justificado, al igual que la bonita pieza de piano y cello con que concluye el disco
Los Drug Dealers se revelan así como una opción de primera línea en lo que al rock clásico se refiere en nuestro país. Camuflan muy bien sus raíces castellanas y la producción conseguida en «Dollhouse» es de categoría y además ha sido rematada en los míticos estudios de Abbey Road. Han cogido sabias influencias de algunos de los más grandes, pero necesitan diversificarse, desarrollar su propio lenguaje y ahondar en el concepto de canción.