Cuando un grupo indie como Death Cab For Cutie llega al gran público con su música sencilla y sincera, parece que está destinado a venderse si quiere seguir creciendo o a seguir su propio camino creativo y no durar en una multinacional ni dos telediarios. Pues parece que Chris Walla, Ben Gibbard y el resto, han conseguido escapar a su destino por las «estrechas escaleras» de este disco, el segundo desde su sonado salto mainstream con «Transatlanticism».
Antes caracterizados por sólidas melodías pop interpretadas con ligereza y languidez, ahora son capaces de dejarnos piezas de rock contundente, aunque cristalina producción pop como «No Sunlight» o «Long Division», que bien pueden ser la envidia de Dave Grohl o Rivers Cuomo, siempre teniendo en cuenta que el apartado lírico de DCFC se sitúa claramente por encima de la media.
Y es que esa querencia por un rock grandilocuente con ecos psicodelia añade a la banda una cara nueva y sorpresiva para una banda con sus años a la espalda. Así lo deja claro la épica y setentera apertura de «Bixby Canyon Dream» y el viaje hipnótico de «I Will Possess Your Heart», sus bajos y pianos. Un cierto desapego del integrismo del emo indie americano en busca de un pop-rock mayúsculo, algo más británico y atemporal. La un tanto sosa «Grapevine Fires» no queda tan lejos de unos Coldplay.
DCFC ofrecen en «Narrow Stairs» una nueva oportunidad a quienes desconfiaran y con razón de las desmesuradas y repentinas ovaciones recibidas por «Transatlanticism» y más tarde encontraran «Plans» un tanto flojo. La madurez, pese a la resignación y oscuridad que hay en sus letras, les sienta bien, añadiendo un toque de ambición que pocos esperaban.