Probablemente nunca sabremos qué ha mantenido a Bowie alejado diez años de la música. Ya sea por estrés, la rumoreada enfermedad o el mero hastío propio de un artista maduro más interesado en vivir tranquilamente el último tramo de su vida, lo cierto es que muchos dábamos por sentado que nunca volveríamos a ver una nueva colección de canciones de David Robert Jones. Por lo que nos hemos tenido que tragar nuestras palabras con la llegada de este inesperado “The Next Day”.
La portada, una reinterpretación de la de “Heroes” medio cubierta por un cuadrado blanco, y el videoclip de “Where Are We Now?”, homenaje a su etapa berlinesa, nos hicieron creer que la obra sería, al menos en parte, un recuerdo a aquella fructífera era. Pero lo cierto es que, una vez escuchado detenidamente, “The Next Day” no se aleja demasiado de sus anteriores discos del siglo XXI, “Heathen” (2002) y “Reality” (2003).
Consciente de que ya no tenía que demostrar nada a nadie ni dar un giro drástico a su sonido, como tantas veces hizo en el pasado por otra parte, el inglés se ha contentado con crear una colección de buenas canciones; acordes con su edad pero sin caer en la complacencia y que suenan actuales, o más bien atemporales. Dos buenos ejemplos serían los dos sencillos aparecidos hasta ahora: el mencionado anteriormente, una nostálgica balada, o el más enérgico “The Stars (Are Out Tonight)”, quizá recuerdo de su época Stardust.
Evidentemente, hay más miga. Nos encontramos ejercicios bastante guitarreros como el tema título o “(You Will) Set the World on Fire” que no desentonarían en “Aladdin Sane” (inevitable no comparar con su inmensa obra previa a estas alturas). También con deliciosos temas pop y glam que derrochan clasicismo como “Valentine’s Day”, para mi gusto la mejor del conjunto y no muy lejos de Blur y Suede en todo un acto de feedback, “I’d Rather Be High” o “Dancing Out in Space”. Probablemente sólo en la final “Heat” encontremos algo de la experimentación a la que nos retrotrae la cubierta.
“The Next Day” es, a todas luces, un disco humilde y sincero. Bowie se deshace aquí de cualquier tipo de megalomanía o aire conceptual – decisiones que alguna mala pasada le jugaron en las últimas décadas – y aunque no contenga nada realmente sobresaliente, tampoco puede decirse que tenga mucho que desdeñar. Esto lo convierte, casi sin darnos cuenta, no en su mejor disco desde “Scary Monsters”, pero sí probablemente desde “Outside”. Y en un entrañable epílogo a su carrera, si así lo decide.
