Justo casi tres años después de la publicación de su algo decepcionante segundo álbum, “Lenses Alien”, la banda neoyorquina que gobierna a su antojo el compositor y vocalista Joseph D’Agostino, regresa con “LOSE”, un disco marcado en su concepción por la muerte de un amigo de infancia del propio D’Agostino. El Lp se muestra de esta forma como un tratado en torno a los miedos y las crisis propias de una juventud que empieza a languidecer para dejar paso a esos problemas y dramas reales que a todos nos asolan casi sin que nos demos cuenta. Toca empezar a perder, como bien reza el título del disco, pero también toca encontrarle salida al dolor, y Cymbals en este caso lo han sabido encauzar a través de su arte de un modo que les ha dado como resultado su más obra más madura y completa hasta la fecha.
Y es que pese a que sigue habiendo momentos de efervescencia punk como en la estupenda “Xr”, que tanto nos recuerda a Titus Andronicus, o himnos de indie rock como la genial “Warning”, que casi sin querer se apropian de la impronta de Superchunk, lo cierto es que en “LOSE” se respiran aires de una evolución que acercan a la banda hacia postulados como los que Mercury Rev o Flaming Lips llevan décadas construyendo. En primera estancia el registro en falsete que tanto usará D’Agostino a lo largo de todo el trabajo ya nos muestra un cambio sustancial en la expresividad del vocalista, que logra así, además, un interesante contraste frente al ladrido roto tan recurrido también en su paleta. La inicial “Jackson” da buena cuenta de todo esto, y logra a través de una montaña rusa de guitarras y teclados un inicio bellísimo que se ve rematado por un muy buen solo que se excede por clasicismo del habitual sello de la banda.
De esta forma, una vez mostradas las cartas en esos demoledores tres primeros cortes (rock grandilocuente, indie rock de toda la vida, y cowpunk), Cymbals siguen su camino hacia derroteros más psicotrópicos en “Place Names”, logrando que el mar de teclados atmosféricos se encamine hacia un caos final que también supone uno de los momentos más brillantes de “LOSE”. En el ecuador del álbum se la juegan con “Child Bride”, un tema semiacústico engalanado por teclados, leves toques electrónicos y cuerdas, que detrás de su apariencia de nana esconde la oscura historia de un abuso. Buen eje vertebrador, esta quinta pieza sirve para separar una primera parte de corte más convencional, de una cara B en donde el grupo llevará un poco más allá todo aquello que de momento solo insinuaba.
“Laramie”, por ejemplo, muestra ese gusto por la teatralidad que han adquirido de su amor por los 70’, así como de la banda que lidera Jonathan Donahue (Mercury Rev), y haciendo un uso extremo del falsete muestran una cara totalmente desconocida de Cymbals Eat Guitars. Estamos así ante ocho minutos de viaje absoluto que desembocan en lo que se presume será un magnífico final para sus actuaciones en vivo. Sigue a “Lamarie” el groove despampanante de “Chambers”, donde junto al efectismo ochentero (ese bajo, esas guitarras por debajo, los arreglos de teclado…) D’Agostino vuelve a llevar al extremo todos sus registros vocales con gran facilidad y elegancia.
El eclecticismo es como decíamos la cualidad predominante en esta segunda mitad de Lp, y de los 70’ y los 80´, rápidamente volvemos a los 90’ para terminar con dos temas donde la sombra de los Pixies queda presente en forma tanto de inquietante luminosidad («Lifenet»), como de tenebrosidad taciturna (“2 Hip Soul”). Se redondea así un disco con aromas a todos esos clásicos noventeros a los que D’Agostino no duda en citar como influencia, pero a los que Cymbals Eat Guitars han sabido dar un color más que personal. Bajo la producción de nuevo de todo un gurú de esta escena como John Agnello (Dinosaur Jr, Sonic Youth, Redd Kross), los neoyorquinos dan un paso adelante en su carrera, siendo presumiblemente éste el disco que les volverá a colocar en lo más alto del indie rock de guitarras actual. Veremos su aceptación y si su gira a lo largo de los próximos mes lo confirman como tal, pero parece que tenemos relevo generacional para rato.