Serán muchos (aunque esperemos que no demasiados) los que vendrán con aquello de que The Bronx ya se han, hablando en plata, amariconado. Todos ellos muy hardcoretas y machos, seguramente tendrán en temas como “Along For The Ride”, o, sobre todo, “Torches”, la excusa perfecta para señalar a la banda liderada por Matt Caughthran, tildándola ahora de traidora de aquel sonido más áspero que practicaban en el pasado. Y decía que espero que no sean demasiados porque si es así, y son incapaces de abrir un poco sus oídos, se van a perder todo un discazo de punk rock directo de esos que tienen como único condimento aquello que hace mejor a las canciones.
Si en “III” los californianos ya ahondaron en postulados más rockeros que llenaban de matices su espectacular y contundente propuesta hardcore, ahora con su cuarto álbum el quinteto da una vuelta de tuerca más a su sonido, y como si girar junto a The Hives les hubiese supuesto un curso acelerado sobre cómo realizar pildorazos de los que dan directos en la diana, The Bronx han creado un Lp lleno de himnos de puño en alto, no exentos de cierta accesibilidad que los redondean y completan. Y lo cierto es que teniendo en cuenta que esa gira con los suecos se realizó con el disco una vez grabado, solo a la propia banda (y quizás a la apertura de mente que les supuso su proyecto paralelo, Mariachi El Bronx) les corresponde el reconocimiento de haber sido capaces por sí mismos de dar un paso adelante en su evolución como banda.
Quizás a priori alguien eche en falta la mala baba de temas como, “Around The Horn”, “Knifeman” o “Shitty Future”, pero solo tendrá que profundizar en “IV” para darse cuenta que por ejemplo “Too Many Devils”, con ese arranque tan Josh Homme, es un tema con tanto carácter como cualquiera de sus joyas macarras del pasado, y que lo único que la diferenciará de éstas son los matices que ahora el grupo busca para añadir a la gran cantidad de cera que por supuesto siguen ofreciendo. Hablábamos antes de “Torches”, y es que pese a romper con todo lo realizado por el grupo en el pasado, hay que resaltarla por encima del resto debido a su potencial como pieza que mira más allá del punk rock. Entrando en terrenos que merodean el indie rock guitarrero, te hará pensar tanto en Titus Andronicus, como en un Rivers Cuomo primerizo y pasado de vueltas, y sinceramente mientras esas sean las referencias, benditas sean las innovaciones.
Y que conste que no es que de repente hayan tirado todo lo hecho anteriormente por la borda. La inicial “The Unholy Hand”, “Pilot Light” con su vacilona cadencia, o el hardcore de esencia más pura de “Under The Rabbit”, son piezas 100% The Bronx, siendo la diferencia ahora, el que la banda se haya esforzado para que cada pieza tenga su propia personalidad. La ventaja de esto, que esta vez en vez de tener a su lado otras siete u ocho piezas casi clonadas (en mi opinión por momentos esto ocurría en sus discos anteriores), ahora ofrece muchas versiones de lo que son sus cinco componentes a día de hoy. Así tendremos desde punk melódico redondo en “Youth Wasted”, a inmediatez hímnica en “Ribcage”, e incluso estribillos de inevitables consecuencias pop en “Valley Heat”, la cual suena deliciosa mezclando las mejores melodías con todo ese maremágnum de guitarras pesadas que trama la banda.
Temiéndome ir en contra de la mayoría, no me queda más remedio que volver a decir que estos cinco capos han vuelto a completar un disco tan redondo que en mi opinión no podría tener otro premio que el de seguir avanzando, y no paso a paso, sino saltándose varios peldaños de golpe.