Ya con «Infinite Arms» estos cinco vaqueros de Seattle comenzaron un alejamiento del indie rock (el amor eterno que siempre han jurado a Dinosaur Jr es la mejor prueba de ese influjo) a base de disminuir las voces atmosféricas, regenerar los coros, y aumentar el poso pastoral. Eran tiempos en los que sin embargo el impagable Phil Ek seguía bajo los mandos de la producción, y en los que la formación no esquivaba del todo los rasgos personales de sus magníficos dos primeros discos, evitando así caer en el enorme saco del folk-rock y la americana. Ahora han dado un nuevo paso tirando en firme hacia la canción redonda de rock de raíces, y sin más adornos ni experimentación que los que el tema exija. ¿Qué tenemos entonces? Pues a unos Band Of Horses más limpios, nítidos, y pulcros, que por momentos ganan en cercanía y amabilidad, pero que también se domestican bastante respecto a lo que en su día fue la banda. Algo de culpa en dicha domesticación la debe tener Glyn Johns, mítico y veterano productor que en su día trabajo para The Beatles, The Who, The Band, o Bob Dylan, entre otros, y cuyo currículum nos dice que todo lo que aporta a la hora de grabar canciones redondas, puede restarlo a la hora de querer innovar.
De esta forma el single que abre «Mirage Rock», «Knock, Knock», es una tema buenrollista que ya, así de primeras, nos aleja de la oscuridad que siempre solía merodear a las melodías de los de Seattle, para llenar todo de la pureza que se respiraba en aquellos mágicos setenta, que eso sí, hay que recordar que ya existieron, y pasaron… Luego aparece Jeff Tweedy… ¡ah no!, «How To Live» no es un tema de los últimos discos (también curiosamente los más domesticados) de Wilco, sino una correcta pieza muy cercana al mejor sonido americano que los de Chicago capitanean. La Americana, en este caso más sosegada y de carácter folk, continúa en «Slow Cruel Hands OF Time», y es entonces cuando de verdad nos empezamos a acordar cómo nos gustaba cuando estos cinco hacían temblar los amplis a base de buenas dosis de distorsión. La balada no es mala, y tiene una bella melodía cercana a lo que vienen haciendo desde hace décadas The Jayhawks, pero el cariz más arriesgado de Benjamin Bridwell y los suyos se empieza a añorar entre tanta canción distendida. Levantan un poco el vuelo con el power pop de cuidados juegos vocales que nos proporciona «A Little Biblical», una de las mejores pistas del disco, y que nos retrotraerá a los mejores 70´s soleados de Big Star. Y seguiremos en esa década, o incluso nos iremos a una anterior, con la siguiente «Shut-In Tourist», un tema folk colorista en el que los coros tratan de elevar la canción a un peldaño al que ella por sí misma no es capaz de llegar. Monótona y sosa, nos hace volver a tirar de nostalgia de aquella banda de caballos bravíos
La juguetona «Dumpster World» nos vuelve a recordar a los Wilco más taciturnos y relajados hasta que en torno al minuto dos un ataque de guitarras, unos enérgicos coros, y el camaleónico timbre de voz de Bridwell, nos traen a la cabeza a, ojo, unos Jimmy Eat World de aquellos de comienzos de la década pasada. Eso sí, los últimos segundos del tema nos sacan de la ensoñación, y nos devuelve al bareto de carretera del medio oeste donde nos encontrábamos los veinte minutos anteriores de Lp. Y de ese medio oeste no nos movemos en «Electric Music», título que nos avanza que estamos ante uno de los temas más movidos de «Mirage Rock». Rock&Roll clásico y elegante que demuestra que guste más o menos la evolución de la banda, hacer canciones saben hacerlas, y ahora, al lado de Johns, las hacen redondas como se hacían antaño. La excesivamente country «Everything´s Gonna Be Undone» sabe a tema de rellano en este tramo final que por suerte nos regala un arranque de electricidad como el de la estupenda «Feud», un tema donde la sombra de unos power poperos vitalistas como Nada Surf hace aparición de forma brillante. Para el final el country-folk vuelve sin embargo a tomar el control a través de una muy Neil Youngera «Long Vowels», y una inquietante y bella «Heartbreak 101» que cierra el álbum mostrándonos nuevos registros vocales que añadir al espectro dominado por el estupendo Bridwell.
Estamos por lo tanto ante un disco de confirmación mediática para Band Of Horses que, siguiendo con la tradición en este tipo de bandas provenientes de sectores más independientes, desencantará a sus más estrictos seguidores, y que por contra abrirá las puertas de esos oídos a los que el fantasmagórico concepto pasado de la banda, impedía penetrar. Con todo, y pese a ser un disco bastante irregular, Band Of Horses demuestran que siguen por encima de la media.