Difícil es para cualquier fan tanto de Soundgarden como de Rage Against the Machine acercarse sin recelo alguno a Audioslave. Está claro que nunca alcanzarán la genialidad de los de Seattle ni la contundencia de los angelinos. Por ello se puede acoger este tercer disco como una definitiva asunción de esta imposibilidad por parte de una banda que se dedica más a divertirse y a divertir, vistiendo su rock de juguetón funk y melodías pop alejadas de otras pretensiones.
Así el comienzo con «Revelations» nos suena increíblemente fresco con sus coros surferos en una banda que parecía llevar la fecha de caducidad del rock pegada desde su aparición. Olvidándose de Soundgarden casi por completo (y sin hacernoslos recordar, por fortuna para todos), Cornell se lo pasa pipa entre el groove de «One and the Same» que sí remite un poco a los RATM del «Renegades of Funk». Funk para pista de baile con guitarras que invitan al espasmo y un Cornell lejos de la torturada ciudad de la lluvia.
Un tono más profundo se esconde en «Sound of a Gun», canción prototipo de los primeros Audioslave donde ya se advierte a Morello dando la nota con sus cansinas exhibiciones. Algo similar sucede en la correcta «Shape of Thing to Come» que pasa de la voz relajada a una explosión que deja una impresión tibia, algo a lo que por desgracia ya nos tiene acostumbrados la banda. Al rock inofensivo. Preferible es una balada como «Until We Fall», limpia y con Cornell aportando clasicismo y honestidad.
El funk-rock base toma varias facetas: en «Original Fire» viene a ritmo de pandereta como homenaje sureño-setentero a los clásicos del rock que encendieron la llama; en «Broken City» con aire paranoico: en «Jewel of the summertime» cosquilleante y resbaladizo; y por último, en «Somedays», triunfante y enérgico, un tono de buen rollito total con el que nadie hubiera dicho hace años que Cornell acabaría comulgando.
Así es, cuando ya sonaban rumores de disolución, Audioslave ha renacido demostrando que puede hacer algunos temas inspirados y un puñado de canciones divertidas, que no es poco. En los mejores momentos la banda discurre ligera, sin los corsés autoimpuestos por sus elevados pasados. Hay una clara división entre temas movidos por la sección rítmica y melodías escritas por Cornell y parece que da mejor resultado que el anterior empeño por hacer un hard-rock entre el grunge y el crossover, que aún tiene alguna aparición en los temas más desechables del disco.