La globalización musical por Internet cada vez va más rápida, equiparando los fenómenos. Puede que Estados Unidos sigan dictando por dónde ir, pero cada vez se coge la ola más rápido de forma que las bandas pueden al menos entrar en las «tendencias» mientras aún duran. Aunque suene a reproche, no lo es. Al final, ¿qué nos importa a nosotros si Aliment beben de los Sonics y bandas de su época o la inspiración les ha llegado de referentes posteriores? Lo interesante es que hacen un garaje-rock animado y festivo donde caben los Black Lips o Jay Reatard y por supuesto, ecos del garaje, el punk de los Ramones y el surf del que estos mismos ya bebieron. O sea, un cóctel de sonidos vintage pasado por el festivo y hedonista prisma del indie actual.
«Holy Slap» contiene 11 canciones de una duración media que no llega a los 2:30 minutos tocadas con la gracia y urgencia de un power-trio. Y eso es lo que prometen buenas sensaciones efímeras e instantáneas, pequeñas píldoras garajeras de felicidad a veces con cierto filo post-punk en guitarra («Seein’ Black») o bajo («True Story»), simplemente punk («Like a Vampire»), con toques psicodélicos («Bad Blood») o guitarreo noventero («Friends From the Block»).
Hay momentos de relax contados, como «El Del Perro», pero si una canción sobresale está claro cual es. «Holy Slap», la canción, es casi un problema para la consistencia del disco. No parecía haber problemas, todo lucía de color de rosa mientras la banda se dedicaba a poco menos que hacer ruido macarra y bonito. Pero de repente se les ve capaces de hacer canciones bastante buenas, aún dentro de esa escasez de pretensiones (algo parecido a lo que hace Wavves) y esto a la postre nos lleva a demandar más del total y de su futuro.
Los apenas 30 minutos de duración del disco son una de sus mejores virtudes a la hora de ensalzar su frescura pero les queda redondear la composición y esa asignatura será la que les llevará a estar verdaderamente en ligas como las de los artistas citados en el primer párrafo. Les esperaremos.