Noche de rock incómodo y sonidos expansivos en Nocturama. Za! volvían a Sevilla tres años después de su última visita para presentar “Wanananai”, su cuarto disco, ya encumbrados como una de las grandes realidades de la música nacional actual; teloneados por una de las bandas con más mordiente y menos complaciencia de la última hornada de la escena local, Miraflores.
El grupo de Javier Neria y Capitán ERC, promotor que curiosamente fue el encargado de traer a los barceloneses en su anterior paso por la ciudad, salió para hacer del verano, durante una hora, una estación carente de felicidad y liviandad. Y es que poco soleamiento hay en este sexteto heredero de la no wave y el post-punk, con The Birthday Party y The Gun Club en cabeza, que parece tener la ira y la desesperación como bandera. Riffs ásperos, ritmos descoyuntados y un permanente grito agónico que probablemente desconcertaron a más de uno (¿acaso no es esa la máxima aspiración del rock?) pero de cuya integridad no dudamos. Veremos ese debut discográfico.
Más tarde, unos golpes metálicos y una errática trompeta nos avisaron, aún inmersos en plena sesión del dj que amainaba el paréntesis entre conciertos, del comienzo de la experiencia Za!. Tras unos segundos de extrañeza, divisamos a los culpables: Pau soplando los vientos a su antojo desde un extremo del patio y, desde otro, Edu maltratando una valla metálica que fueron transportando entre varios por el medio del recinto hasta llegar al escenario, ante la vista de todo el público que fue abriendo un pasillo ante su paso. Sólo con este comienzo, la entrada estaba amortizada.
Y es que, más allá de que te guste su música o no, un concierto de la pareja catalana es algo que hay vivir al menos una vez porque no tiene parangón. Sin dejar de tocar (Edu con las baquetas contra el suelo), subieron al escenario y entroncaron con su ya clásica intro “Kalon-Jah! Tewra-ssah!”, con la que pusieron en marcha su maraña de caos controlado y ritmo libérrimo a base de guitarra, pregrabaciones, batería, distorsión vocal y sintetizador que nunca sabes por dónde va a tirar con más de unos segundos de anticipación. O ni eso.
Así, entre meneo descontrolado, revolcones por el suelo, correteos varios y sampleos de hits veraniegos, distinguimos canciones de su último álbum como “Súbeme el Monitor”, “El calentito” o “Gacela Verde”, sin poder averiguar qué era lo realmente importante. Y es que no caímos en la cuenta hasta que dejamos de intentar encajar la concepción tradicional de directo con una repentina versión de “Purple Haze” que nos pareció alienígena precisamente por su clasicismo entre tanto alucine y una “Jamming” sonando ya en plan karaoke: el truco es tener libertad absoluta pero también creencia absoluta en tu arte. En esto, hijos míos, Za! lo trae caliente.