Hay veces en que los experimentos arriesgados salen bien. Un festival de bandas mayoritariamente nacionales, en Durango y con transporte publico no muy allá, pintaba a lo típico de muchos likes en Facebook pero poca asistencia final. Algo de eso siempre hay, pero en esta ocasión el público respondió y la expectación se vivía desde el primer momento por ver a pesos pesados como Russian Circles y Toundra, sin desmerecer a una sola de las bandas más pequeñas del cartel.
Y esto último es lo que más nos gustó del viernes del Wombat Fest. Que pese a haber una larga jornada de 6 grupos por delante, a primera hora para ver a MobyDick, cantautor de voz profunda y raíces en los 90 más oscuros, ya había una numerosa parroquia dispuesta a ser testigo de su propuesta. Y eso que era claramente con su desnudez de guitarra y voz, alejada de todo tipo de dinámicas post-rock o metal, lo que más descuadraba del sonido del festival. Cada vez notamos en su directo texturas más abiertas, algo más de claridad y psicodelia. Quizá por ello, no fue tan sobrecogedor como cuando le hemos visto, por otra parte, en lugares más recogidos. Pero triunfó como siempre con su buen humor y su inseparable patxarán.
A continuación cambiaríamos mucho de tercio con unos Cohen que han crecido bastante. Podemos decir que siguen, como desde sus comienzos, orientados al post-hardcore. Esto no ha cambiado, pero su querencia por las melodías es cada vez más certera y consiguen un curioso sonido que engloba sin demasiados complejos todo lo que hay desde Refused hasta Linkin Park, con canciones cada vez más logradas.
Y punto y aparte para recibir a los cordobeses Viva Belgrado. Apostábamos mucho por ellos, pero había cierto peligro de que una banda relativamente nueva, con un pie dentro del screamo y curtida en locales más punkis (léase, pequeños) pudiera pinchar en un escenario grande, con sus miembros más alejados, etc. Damos fé de que el mayor espacio les dio alas para moverse y sudar la camiseta y el alma y la convicción llegó desde el minuto uno. Se les compara con Toundra por su situación emergente, pero hay que decir que sobre el escenario me recordaron a dos bandas mucho más cercanas a este entorno vasco. Por la intensidad, el pulso nervioso e incluso la disposición en el escenario, formando pese a todo un -alargado- corro con el bajista central de espaldas al público todo el concierto, no podía evitar pensar en Lisabö. Por la fuerza melódica más accesible y la figura de su cantante como aparente ideólogo de la banda, a Berri Txarrak. El setlist, tremendamente bien hilado, fue basado en su radiante «Flores, Carnes» pero no faltaron esos indispensables clásicos como «Reykjavík» y «El Gran Danés» e incluso una sorprendente versión del «Arcarsenal» de At The Drive-In como despedida. En resumen, el Wombat Fest nos trajo la confirmación de que aquí hay una de las nuevas bandas definitorias del panorama nacional.
Entrábamos en la fase de veteranos con unos Adrift que han recorrido un largo camino desde las texturas post-rock con las que nos freían el cerebro hace más de una década hasta su actual condición como una de las banda más brutas del género progresivo. Los tonos sombríos y diabólicos de «Black Heart Bleeds Black» dibujan un obsesivo mazacote metalero en directo que te aplasta, para bien, pero quizá en esta búsqueda del apabullamiento se están olvidando de las dinámicas que conducen hasta el cenit. Con los actuales Adrift no hay paciencia que valga, se trata de ir al máximo todo el concierto y quizá no todos podamos seguirles la pista.
Minor Empires hicieron gala de su rock melódico y lustroso cuya mayor pega en lo personal es que siempre me recuerdan a unos Nothink que estaban a un nivel bastante superior. Pero en definitiva, un recital de rock alternativo muy diestro y sin muchos aspavientos, donde caben tímidos ecos progresivos como los A Perfect Circle o Dredg más directos. Personalmente con una cucharada menos de azúcar, me los tomaría más a gusto.
Y finalmente aparecieron Toundra a ofrecer un extenso concierto que nos debatió entre el entusiasmo y el flaquear de fuerzas a los que llevábamos en pie desde el primer concierto. Tras un audio de jaleo de estadio, aparecieron triunfales cual boxeadores a rockear Durango y a lo largo de su actuación destacó una vez más lo atípico que es que una banda de rock instrumental mire tanto al público, sonría tanto, eleve tanto los puños o sus guitarristas jueguen tanto entre ellos. Ya lo han dicho muchas veces que con eso del post-rock no se identifican mucho y viéndoles, te lo tienes que creer. A medio camino entre punk-rockers y guitar-heroes, Toundra son exponentes del rock instrumental divertido. En el aspecto negativo, de momento los temas nuevos salvo excepciones como «Oro Rojo», no resultan tan carismáticos y eso se nota cada vez que llega uno antiguo. Sus desarrollos son cada vez más interesantes y progresivos, lo que es de apreciar, pero para un concierto de larga duración como el que ofrecieron, cada momento de mayor pegada es recibido como agua de mayo. Triunfales en cualquier caso, fueron prácticamente obligados a hacer un bis (su clásica «Medusa»), ratificándose como uno de los directos más interesantes que te puedes encontrar en la piel de toro y a la cabeza del rock instrumental internacional, sin exagerar. Su seguimiento lo atestigua.
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