El concierto de inauguración de temporada del Teatro Central no pudo haber sido más adecuado. En una lluviosa tarde de otoño, los británicos Tinderticks volvían a Sevilla, dos años y medio después de su anterior visita, para presentarnos su nueva obra, “The Something Rain”; nuevo artefacto formado a base de delicadeza y pulcritud pop y rock y para cuya perfecta interpretación en directo se nos antojaban necesarias unas instalaciones como las que el teatro sevillano ofrecía.
Pero antes, el ya ex-miembro Thomas Belhom se situó puntualmente a las nueve, rodeado de instrumentos, a deleitarnos con sus cualidades de hombre-orquesta. El francés se bastó a sí mismo para, durante todo su corto set, mezclar pregrabados en directo y música en tiempo real proveniente de un sinnúmero de platos, guitarras, batería, sintetizador y voces en canciones perfectamente coherentes; sorprendiendo a todos por su versatilidad y capacidad de concentración con la que consiguió sonar como cinco músicos a la vez. Sorprendente, y algún fan se llevó en la gorra.
Tras media hora de actuación del hábil telonero, y otra media de descanso, subió el quinteto comandado por Stuart A. Staples a la platea del Teatro Central y comenzaron sin mediar palabra con “Medicine”, sosegado primer sencillo de su última obra. La exquisitez se hizo palpable desde ese primer comienzo, con todas las partes sonando con la nitidez adecuada a la música interpretada; al contrario de lo que sucedió en su día en Territorios, donde tuvieron que sufrir cierta pérdida de matices al tocar en exteriores y ante una afluencia festivalera que no acudía en exclusiva a verlos a ellos.
Staples volvió a demostrar el eficaz showman y cantante que es, sin mostrar ningún tipo de excentricidad y destacando tanto en registro grave como en el más afectado. Sus cuatro compañeros cumplieron también de sobras dándole todo el protagonismo a la música (fue frecuente que tocaran en semipenumbra), aunque hay que mencionar especialmente al teclista David Boulter, encargado de soltar programaciones cuando era preciso y de hacer sonar el pequeño sistema de campanas con el que enriqueció algunos de los momentos más mágicos de la noche.
Embriagados por la melodía y la armonía, cada tecla, cada cuerda en su lugar, fuimos dejando pasar piezas de auténtica orfebrería pop de su último disco como “This Fire of Autum”, “Show Me Everything” o “A Night So Still” junto a piezas anteriores como “Dying Slowly” o “I Know That Loving”. El repertorio elegido fue en general algo ‘oscuro’, ya que, aparte de interpretar la mayor parte de “The Something Rain”, optaron por rescatar temas poco evidentes de su discografía y no llegaron a tocar ninguna de las canciones más reconocibles de sus dos primeros discos, como las infalibles “City Sickness” o “Tiny Tears”.
Tras una hora de actuación, bajaron pero volvieron a subir para interpretar, entre otras, la reconocible “Harmony Around My Table” y “Come Inside”, suave pieza que cierra su último álbum y que nos dejó con una suave fragancia, como de hojas cayendo sobre charcos sonoros. Delicatessen.