Territorios 2013 ha sido una edición controvertida. Arropada por muchos por sus precios populares y un plantel de grupos cercanos y de orientación festiva, para otros ha supuesto una especie de ‘quiero y no puedo’ o incluso un retroceso por falta de cierto riesgo artístico en el cartel y molestos problemas de sonido. Esperemos que la gran respuesta de público conseguida sirva para cuadrar cuentas y llegar el año que viene a un consenso entre los que buscan mera diversión y los que exigen algo más. Pero hasta entonces nos quedamos con lo vivido en esta decimosexta edición…
Bajo inclemencias climáticas adversas llegamos a la Cartuja. Llevaba lloviendo a ratos desde la mañana y un frío viento, impropio en la ciudad a mediados de Mayo, parecía no querer dar tregua, por lo que temíamos por el confort dentro del recinto e incluso la cancelación de algún concierto de compleja puesta en escena (Standstill en concreto). Con tal incertidumbre nos dirigimos al escenario 3, el único que ha quedado dentro del recinto del monasterio, para ver a All La Glory. A éstos los hemos visto muchas veces ya, pero siempre es bonito ver el debut de un grupo local dentro del marco del festival. Se nota que han ido creciendo conforme los bolos se acumulaban y la verdad es que ya podemos decir que la banda de Juano Azagra hace buenos conciertos de rock y power-pop. Tocaron al atardecer, ante escaso público aún, en el escenario con mejor sonido y por ello canciones como “Runaway Girl”, “Devil’s On the Phone” o incluso nuevas que aparecerán en su segundo disco sonaron mejor que nunca.
Una vez terminado, salimos al exterior al escenario 2 para ver a Anni B Sweet. Lamentablemente, las amables melodías de la malagueña se vieron empañadas por los solapes de sonido: desde la derecha por el hip hop de Duo Kie que tocaban a la vez en el escenario 1 y desde la izquierda por las bases de la Dub Corner, nuevo espacio cuya implantación muy probablemente ha propiciado esta fallida nueva distribución. Tras intentar situarnos mejor para poder escuchar mejor a la cantautora en sus momentos más recogidos, acabamos desistiendo.
El fuerte viento y los numerosos ajustes técnicos necesarios retrasaron el comienzo de la actuación de Standstill. Y es que la instalación del espectáculo Cénit, compuesto de una serie de pantallas con forma de arco que recrean un cierto aire eclesiástico, necesitaba de una serie de condiciones que el aire libre y el clima de aquella noche no cumplían por un largo margen. Finalmente, tras media hora de espera, Enric Montefusco y los suyos aparecieron y la música y las proyecciones empezaron. La banda no se mostró muy contenta con los obstáculos mencionados, pero probablemente tampoco por el contexto. En efecto, de nuevo, el rap de Lírico desde el escenario de al lado era perfectamente audible desde varias zonas del aforo. En cuanto al espectáculo en sí, las proyecciones de rollo medieval y bizantino y el juego de luces nos resultaron muy bonitas, pero no así el repertorio. Y es que un concierto de estas características está muy encorsetado a la parte visual, creada expresamente para acompañar las nuevas composiciones en su mayor parte todavía desconocidas, dejando de lado cualquier atisbo de material antiguo del grupo. Esta decisión artística probablemente hubiera funcionado mucho mejor en teatro, pero en festival nos dejó una sensación agridulce.
Poco después, en el mismo escenario, Emir Kusturica y su numerosa No Smoking Orchestra dieron buena cuenta de su nombre y formaron, a pesar del frío imperante, una buena fiesta sobre el escenario, sobre el que llegó a haber un buen número de personas. Como de costumbre, el serbio y sus secuaces balcánicos arrimaron el ánimo más lúdico a sus proclamas más reivindicativas y combativas, como ese “Fuck You MTV” que a muchos se les quedó grabado, a ritmo de folk-rock. Una celebración afín al universo que el también cineasta ha creado en sus películas, en definitiva.
La cosa siguió cuesta arriba con el concierto de Pony Bravo. Los ilustres sevillanos salieron puntualmente a interpretar “El rayo”, única representante de su debut (una pena, todo hay que decirlo), para continuar, ya con el público en el bolsillo, con una buena muestra de sus dos discos posteriores. A pesar de venir presentando “De palmas y cacería”, el cuarteto se demoró con temas como “La voz del hacha” o “Noche de setas” antes de encarar “Cheney”, la primera representante del álbum. Con una compenetración a prueba de balas y un ritmo rápido por las exigencias del horario, siguieron con temas muy aplaudidos como “El político neoliberal”, “Ninja de fuego” o “La rave de Dios”; sorprendieron con otros menos evidentes como la versión de Devo “Whip It”, o las reposadas “Guajira de Hawaii” y “Salmo 52.8”; y emprendieron la recta final con las bailables “Ibitza” y “Zambra de Guantánamo”. Culminaron, como viene siendo habitual, criticando lo que se ‘cuece ahí atrás’ (señalando al backstage), con “Mi DNI”. El mejor concierto del festival.
Para finalizar la jornada, dos propuestas de electrónica bastante opuestas. Primero Fatboy Slim, que congregó a una mayoría aplastante de público, ofreció una sesión efectista plagada de sonidos populares y ritmos bien entrelazados pero que a la larga se nos hizo algo cansina. Quizá debería acordarse más de los trabajos de comienzo de su carrera y no rescatarlos sólo como meros samplers. Y para terminar el día, Kode9, que demostró por qué es una figura preeminente del dubstep creando una atmósfera densa pero bailable, con lugar para sutilezas pero también para momentos más directos.